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Opinión y Análisis

El Gobierno debilita el Estado de Bienestar

El Gobierno debilita el Estado de Bienestar

Después de la quiebra del sistema financiero estadounidense provocado por la emisión fraudulenta de los bancos de inversión de activos financieros por valor de billones de dólares, y la posterior extensión al consumo y la producción mundial, todos los analistas coincidieron en que tan sólo la decidida y masiva intervención del sector público evitó el riesgo sistémico y el colapso de la intermediación financiera. Una intervención que, sin embargo, no evitó una rápida y abrupta recesión económica en la mayor parte del mundo.

Fueron tiempos de políticas públicas y manual keynesiano. De dignos amagos sobre la supremacía de la democracia y de la política. Pero fue un espejismo. Aquellos que reclamaron un paréntesisal capitalismo y que esperaron agazapados hasta que escampara; los que provocaron el desastre y vivieron aparentementebajo el signo del descrédito social; los ideólogos del capitalismo de casino, que parecen no tener rostro; todos ellos han emergido de nuevo y han puesto a los gobiernos a sus pies, recetando mercado y agitando convulsiones monetarias.

El Gobierno español ha sido uno de ellos. Incapaz de prever la dimensión de la crisis, fue aceptando su gravedad a medida que improvisaba un paquete tras otro de medidas de corto alcance y escasa o nula coordinación. Sumó a su insolvencia una acusada ausencia de liderazgo que, en tiempos de recesión, se nos antojaba imprescindible para convocar a las fuerzas políticas y sociales y explorar la posibilidad de un Pacto de Estado. En su lugar se fueron sucediendo acuerdos de baja intensidad y alta disputa mediática, siempre activados por un Partido Popular cegado por el horizonte electoral.

No faltó en este festival de despropósitos, la Unión Europea, más atenta a los vaivenes de los mercados, que a la necesidad de preservar la Unión Política y Monetaria. De la primera, mejor no hablar; y de la segunda, sólo cabe hablar de decepción y fracaso. Una decepción que deriva en irresponsabilidad cuando se trata de hacer frente a situaciones de grave crisis económica y financiera como la de Grecia, a la que se atendió tarde y mal, sometiéndola a la dictadura de los mercados financieros.

Y entonces, llegó el plan de ajuste. El presidente del Gobierno lo anunció en el Congreso de los Diputados el 12 de mayo, y el Consejo de Ministros lo aprobó el 20 de mayo. Un plan para reducir el déficit público en 15.000 millones de euros hasta 2011, a rebufo de los mercados, de la UE y de los dictados del FMI. Un nuevo paquete de medidas, pero esta vez, con un objetivo claro y unas víctimas definidas. El objetivo: reducir el déficit público, recortando drásticamente el gasto social; las víctimas: pensionistas, empleados públicos y personas dependientes. En unos días, el Gobierno cambió el rumbo e interpretó de la forma más ortodoxa las recetas del liberalismo económico: menos estado de bienestar y más confianza en los mercados, es decir, más sacrificio para los de siempre.


Este no es el camino

CCOO no tardó en responder. Las medidas contempladas en el plan nos parecen injustas(afecta a alguno de los sectores más débiles de la sociedad), desequilibradas(se opta por reducir el gasto abandonando cualquier iniciativa para aumentar los ingresos), antieconómicas(reducen la capacidad de compra de pensionistas y empleados públicos lo que provocará un descenso del consumo y un freno a la reactivación),quiebran la legitimidad del diálogo social (el consenso parlamentario y social derivado del Pacto de Toledo y de los acuerdos con los empleados públicos saltan por los aires), y contaminan la negociación colectiva en el sector privado (en numerosos convenios los empresarios han roto compromisos salariales anteriores).

En coherencia con el análisis que nos merece el plan de ajuste, los sindicatos acordamos una huelga general en las Administraciones Públicas para el 8 de junio, y advertimos al Gobierno que de seguir por el camino del recorte del gasto social, vulnerando derechos sociales y laborales, quedan abiertos todos los escenarios de movilización social, incluida la huelga general. Concretaría más: si además del plan de ajuste y en ausencia de acuerdo en la mesa de reforma del mercado de trabajo, el Gobierno legisla por decreto contra los derechos de los trabajadores, habrá huelga general, según acordó nuestro Consejo Confederal reunido el pasado 27 de mayo. No podemos tolerar que la destrucción de empleo que se acerca ya a los 4,7 millones de parados y el ataque al estado de bienestar, cuyo origen hay que buscarlo en las políticas especulativas y la crisis del sistema financiero, se agiten como la “única posibilidad de superar la grave crisis por la que atraviesa la economía española”.

Hemos repetido hasta la saciedad que hay otra forma de hacer las cosas. Se puede y se debe reformar el sistema financiero, para que fluya el crédito a familias y empresas; hay que recuperar figuras tributarias alegremente eliminadas (impuesto de patrimonio, de sucesiones, modificar impuesto de sociedades…); hay que abordar de una vez por todas el debate para una nueva fiscalidad, más ambiciosa y equitativa; se tiene que precisar un plan de lucha contra el fraude fiscal y la economía sumergida, que permita cuantificar anualmente los ingresos obtenidos. En definitiva, el plan de ajuste no es la única salida. O somos capaces de compartir sacrificios para superar la delicada situación económica, y trabajamos por un acuerdo de todos, en el que el Gobierno se implique con decisión y firmeza, o entraremos en tiempos de creciente y sostenida movilización general contra las medidas injustas y antieconómicas que ha aprobado el Gobierno.

Ignacio Fernández Toxo

Secretario general de CCOO

Epidemia de hemiplejía moral

Epidemia de hemiplejía moral

Desde la publicación de "La Rebelión de las masas" de José Ortega y Gasset e incluso antes, filósofos y pensadores del mundo contemporáneo vislumbraron y se atrevieron a plasmar en sus textos la inutilidad de quien se hace llamar de izquierda o de derecha. Aquel ser humano que paraliza casi que inmediata y -en algunos fatales casos- perpetuamente un lado de su carácter moral.

El término de la "hemiplejía moral" es introducido por Ortega y Gasset para mostrar, gráficamente, cómo los seres humanos que se encasillan en una o en otra corriente del pensamiento (llamadas por algunos como "ideologías") rehusan a usar su otro lado, decidiendo paralizarlo, inutilizarlo y hasta mofarse de él.

En las ultimad décadas la "violencia" bipartidista tomó nuestras casas y nuestras ciudades no hemos podido vencer dicha enfermedad representada en ese radicalismo y casi fanatismo; no hemos encontrado la cura masiva para la epidemia y no hemos podido repartir una dosis razonable a todos y cada uno de los pacientes... Ineptitud que ha desencadenado la violencia verbal y cultural en nuestra sociedad.

Hoy, pareciera que la enfermedad que paraliza un (en algunos extraños casos: dos) lado moral de cada persona, ha brotado y se ha reproducido alarmantemente en la mayoría de los ciudadanos por dos principales motivos. El primero de ellos; la falta de vacunas y curas (actualmente escasas y casi que inaplicables,reconocidas como "tolerancia") y el segundo y no menos trascendental; los medios de comunicación. Por un lado la falta de vacunas, la ineptitud de buena parte de nuestros políticos (para difundirla y otorgarla) y de nosotros mismos (para recibirla o auto-aplicárnosla), evita que la enfermedad se cure y se supere. Por otro lado, el segundo motivo ya no es el que evita que se cure, sino el que la transmite. En los últimos años se ha constituido en el medio de transmisión por excelencia de ésta enfermedad. Los medios de comunicación (las redes sociales, los periódicos, tv y demás) el 99% de la población se contagia y contagia a los demás, multiplicando peligrosamente los efectos de la misma.

Los síntomas principales de ésta enfermedad son la violencia (verbal, física y psicológica), la demonización del lado opuesto, la estigmatización, y hasta la indiferencia, llegando a increíbles pero comprobados casos de completa anulación y deshumanización del otro. Se puede reconocer fácilmente a un hemipléjico de Derecha por sus constantes denominaciones peyorativas al que piensa diferente tales como "rojo", "sociata", "bolchevique" y otras cuantas. De igual manera, un hemipléjico de Izquierda puede ser reconocido por sus constantes acusaciones al otro de "facha", "tirano", "totalitario" y demás.

Si ud ve o nota estos síntomas en personas cercanas a ud, o incluso en ud mismo, ¡Por favor: No se alarme! Cálmese y cuente hasta diez; de ser necesario, verifique que ambas partes de su ser moral están siendo utilizadas y que no están paralizadas, ubíquese en escenarios diametralmente opuestos en los que sea menester usar cada uno de los lados - léanse el izquierdo, el derecho - e inclusive en alguno que tenga que usarlos todos. Compruebe que su facultad visual y cognitiva está intacta (para esto mire con el ojo izquierdo, mientras tapa el derecho y viceversa) e imagínese a ud. mismo rodeado de zurdos o de diestros; morales.

Una vez haya realizado estos simples y claros pasos, ud se habrá auto-formulado y auto-aplicado la vacuna de la "Tolerancia", evitando esta enfermedad, que hoy en día ha pasado a ser una epidemia.

Si ud tiene simplemente "inicios" (aún sin síntomas marcados) de una u otra clase de hemiplejía, no se afane: ¡Todos la tenemos! Lo importante es controlar los síntomas, no dejar que estos aparezcan y aplicarse la vacuna de la "tolerancia" en el preciso instante en que estos se asoman.

Nota: Tenga presente que la vacuna, es posible que tenga que ser aplicada constantemente; así que no desfallezca en el primer intento.

Por Julián Niño Mejía para Comunidades.Semana.com

Un recorte antisocial que podría haberse evitado

Un recorte antisocial que podría haberse evitado

Hoy jueves se discutirá en el Congreso el Real Decreto en el que se plasman las medidas de recorte del gasto, apresurada y forzadamente adoptadas por el gobierno de Zapatero. Se ha escrito ya mucho sobre ellas, pero convendría aclarar algunos malentendidos interesadamente propagados por los numerosos portavoces de la “verdad” oficial.

Estos nos dicen, en primer lugar, que lo sucedido es inevitable, una consecuencia natural de la crisis, así como que otros países europeos se encuentran en la misma situación y están adoptando medidas similares. Sin embargo, lo sucedido no era inevitable. No se debe únicamente a la crisis, sino también a las medidas radicalmente equivocadas que este gobierno lleva años aplicando. Podríamos remontarnos con este argumento incluso a los años perdidos en el ámbito de las reformas al calor de una falsa prosperidad. Centrándonos, por no alargarnos, en lo sucedido desde el inicio de la crisis: ésta provoca inevitablemente un mayor déficit público, al reducirse la recaudación de los diferentes impuestos y aumentar el gasto en prestaciones por desempleo. Pero, a este déficit inevitable, se le ha sumado el provocado por toda una batería de medidas muy costosas e ineficientes. Recuérdense los 12.000 millones que se dejaron de recaudar en el IRPF por la deducción generalizada de 400 euros durante dos años, los 1.800 millones anuales perdidos por la supresión del Impuesto del Patrimonio, los 13.000 millones malempleados en los dos fondos de inversión local, los 11.000 de la reforma de la financiación autonómica… Es esta orgía de gasto ineficiente la que ha agotado el margen de actuación disponible, inicialmente alto, todavía en plena crisis. Obsérvese que el recorte ahora aprobado pretende reducir el gasto en 5.000 millones este año y en 10.000 el próximo, una cifra bastante menor que la dilapidada.

Por otro lado, la situación española es una excepción dentro de Europa, sólo comparable a las de Grecia y Portugal. Por eso, las medidas son especialmente drásticas, apresuradas e impuestas desde el exterior.  Se nos ha llevado hasta el borde del abismo, o un par de pasos más allá, hasta convertirnos en una economía tutelada desde fuera, intervenida y controlada. Una situación humillante para un país como España, propia de un país en desarrollo incapaz de autogobernarse. El viernes 7 de mayo los mercados financieros se cerraron tanto para las emisiones de deuda pública española como para las de nuestras grandes empresas. El colapso podía amenazar al resto de la zona del euro e incluso a Estados Unidos, dado el tamaño de la economía española (que es cuatro veces el de la griega). La magnitud de la cifra del rescate (750.000 millones) y su urgencia prueban la situación límite que se había alcanzado, así como que somos nosotros (no sólo Grecia o Portugal) los rescatados. La consecuencia ha sido el convertirnos en un país intervenido, bajo tutela exterior, que tiene que actuar al dictado de sus acreedores y pasar evaluaciones periódicas. La primera ha tenido lugar en la reunión del Ecofin del 18 de mayo y la siguiente será la de la Comisión Europea el 12 de junio.

Al dictado de esas órdenes exteriores, en tres días y precipitadamente, se han diseñado las medidas aplicadas ¡Así han salido! Se opta por lo más sencillo: que paguen los más débiles, como siempre. El recorte no puede ser más antisocial. Los funcionarios no son, al menos en su inmensa mayor parte, seres privilegiados y ociosos. Estamos hablando no de señores con manguito en una ventanilla, sino de las enfermeras, los maestros, la Guardia Civil, los bomberos… Se trata de trabajadores con sueldos modestos. No se les congela su salario, como hacía “el malvado PP”: se les reduce drásticamente, por primera vez. Otros “ricos” afectados son los pensionistas, un colectivo pudiente y privilegiado, por lo visto. Qué decir de los solicitantes de ayuda que se acogen a la Ley de Dependencia. Para que no falte de nada, también se recorta en 6.000 millones la inversión pública estatal ¡Será para asegurarse de terminar con cualquier atisbo de recuperación económica!

Tras tanta incompetencia, un cambio tan radical e inexplicado de política no puede ser liderado por la misma persona que nos ha llevado a esta situación. Ya que no por simple dignidad personal, el presidente Zapatero debería dimitir inmediatamente al menos para que la política económica pueda recuperar alguna credibilidad. No parece que tenga intenciones de hacerlo. Ha sido hasta ahora el Chamberlain de la economía y se dispone a ponerse la careta de Churchill sin pestañear. Otro dirigente socialista debería sustituirle ya mientras se convocan elecciones. No olvidemos, además, que las elecciones anteriores se ganaron con promesas de pleno empleo, un país de primera división, adelantar a Francia… ¿Sigue siendo legítimo tal mandato?

Por otro lado, se quiere hacer creer a la sociedad española que estas medidas constituyen una especie de catarsis colectiva, son el sacrificio del que se va a derivar la pronta salida de la crisis. En realidad, estas medidas no suponen el final de nuestras dificultades. Son del estilo de las que suele aplicar el FMI cuando interviene en un país en desarrollo con problemas de solvencia. Su fin último, lo que les da sentido, es el mostrar a los acreedores extranjeros que podemos ser capaces de repagar la deuda pública emitida, que somos unos deudores solventes. Pero esto no va a reactivar la producción ni el empleo. Todo lo contrario. En el corto plazo, se va a deprimir aún más la demanda agregada. La demanda de inversión pública se verá afectada por el aplazamiento de los proyectos. El consumo de las familias se moderará, en algunos casos por la disminución de salarios o la pérdida de poder adquisitivo de las pensiones, en otros por el deterioro de las expectativas que estas medidas, al desatar el pánico, tienen que haber provocado. Esto en un momento en que se atisbaba un final de la contracción del PIB que ahora puede verse truncado. Un indicador de la debilidad actual de la demanda, anterior a estas medidas, es el del último dato del IPC, que mostraba una inflación subyacente negativa.

De hecho, ya se anuncian medidas adicionales, de nuevo con el objetivo de equilibrar las insostenibles cuentas públicas, pero con efectos contractivos sobre la economía. En este caso se habla (como siempre, en medio de grandes contradicciones e improvisando) de más subidas de impuestos. Por supuesto, sólo a “los ricos”. Pero ¿los ricos de verdad pagan impuestos y están al alcance de la Hacienda Pública en la España actual? Algunos datos dan pistas sobre la respuesta correcta. Sólo un 4% de los declarantes en el IRPF admiten tener rentas superiores a 60.000 euros. El 75% de la recaudación de dicho impuesto proviene de las rentas del trabajo. Véase, para más detalles de la situación fiscal, la excelente conferencia de Francisco de la Torre, secretario General de la Organización Profesional de Inspectores de Hacienda del Estado (IHE), en el siguiente link.

Existe el peligro de que, en vez de simplemente limitar la cuantía de la recuperación (como prevé el gobierno), al ser ésta tan débil se genere una segunda espiral recesiva, provocada por el efecto sobre la demanda de la subida de impuestos y el recorte del gasto. En ese caso, crecería de nuevo el gasto público en desempleo, caerían las bases imponibles, aumentaría la deuda en términos del PIB… Si la situación en Grecia se deteriorase, cosa probable (pues parece que en algún momento tendrán que reestructurar su deuda), el efecto contagio sobre España podría volver a desencadenarse. no se ha conjurado la tormenta, tan sólo hemos evitado el hundimiento inmediato. Entramos en una nueva fase de la tempestad, con el barco ya desvencijado y el mismo timonel desorientado.
En definitiva,

Los problemas, sin embargo, no son únicamente de personas. Tienen también una naturaleza estructural. Por ello, requieren reformas profundas para hacerles frente. Por ejemplo, una reforma del modelo de Estado para reducir el gasto autonómico superfluo (en consejerías, número de parlamentarios, televisiones, embajadas en el extranjero, servicios meteorológicos, defensores del menor, de la mujer, agencias, observatorios, fundaciones, consorcios…). En las medidas del gobierno, a las comunidades autónomas y a las administraciones locales sólo se les pide un recorte conjunto de 1.200 millones. Sin embargo, las comunidades controlan el 36% del gasto público, frente a un 20% (en gran medida comprometido en pago de intereses de la deuda o prestaciones por desempleo) de la administración central. El libro El coste del Estado autonómico, editado por la Fundación Progreso y Democracia, calcula en 26.000 millones los ahorros posibles combatiendo ineficiencias. Una cifra más que suficiente para haber evitado el recorte antisocial a pensionistas y funcionarios.

Por Álvaro Anchuelo para Cotizalia

Robin Hood o el Sheriff de Nottingham, qué más da

Robin Hood o el Sheriff de Nottingham, qué más da
Hace justamente cuatro días comentábamos aquí la cualidad principal de Zapatero, un Señor clemente, pero justo, que premia a los buenos, sí, si las condiciones climáticas (el Señor y los Suyos dirían ’climatológicas’) lo permiten, y castiga a los malos. O sea, a los ricos. Él mismo lo anunciaba dos días después, en la portada de El País del pasado sábado que hoy reproducimos en primer lugar: No ha podido ser, pero no por falta de ganas, sino de oportunidad. Ahora no toca, pero ya les pillaremos más delante. 
 
En realidad, este Robin Hood castellano-leonés ya había dejado constancia de su programa máximo a finales de 2008. ¿En otras circunstancias? No, según sus propias palabras todo el mundo (se supone que incluído Él) se enteró de que estábamos en crisis en el otoño de 2008, con el cataclismo de Wall Street. O sea, que en la fecha en que se publicó la segunda portada, se había descubierto la estafa de Madoff y habían quebrado Lehman Brothers y Goldman Sachs. O sea, que estábamos en plena crisis cuando Zapatero decidió bajarles los impuestos a los ricos. 
 
El Gobierno rebajó la tributación de los directivos y socios de las entidades financieras cuando obtienen rendimientos de capital mobiliario de sus propias entidades, de tal forma que dichos rendimientos tributasen, al 18% y no al tipo marginal que que corresponda a estos contribuyentes. Que sería para ellos el 43%. Y con efectos retroactivos desde el 1 de enero de 2008. 
 
Él no ha cambiado, son las circunstancias que le llevan a comportarse, ora como Robin Hood, ora como el sheriff de Nottingham.  
 
Del blog de Santiago González

Supone el Gobierno...

Supone el Gobierno...

...Curiosa forma de gobernar la de estas gentes. Mira que se lo teníamos dicho: que no es lo mismo suponer que prevenir. Que los organismos serios hacen previsiones basadas en informes rigurosos; que lo de la baraka de la que presume el Presidente y a la que se abrazan desesperados los socialistas hay que dejarlo para los mítines… Pues nada, ellos a suponer, que es más barato y más creativo.

Mira que les advertimos: déjense de ocurrencias y a ver si pensando un poco se les ocurre alguna idea.  Normal al fin y al cabo si uno recuerda que fue este presidente autodenominado el rojo el que prologó un libro de Jordi Sevilla explicando que ideología es una idea lógica… O sea, no le pidamos peras al olmo.

Recuerdo haberle explicado un día a Zapatero, en un debate parlamentario precisamente a propósito de la crisis, cuando ellos aún se negaban a admitir que ésta existiera, que en él se cumplía   aquella sentencia de George Orwell, escrita allá por el año 1946: “El lenguaje político… está diseñado para lograr que las mentiras parezcan verdades y el asesinato respetable y para dar una apariencia de solidez al mero viento”. Claro que yo entonces aún no sabía que todas sus políticas estaban basadas en suposiciones; que ni siquiera retorcían el sentido de las palabras: se limitaban a decir lo primero que les venía a la cabeza, lo que contesta cualquiera que no sabe  dar respuesta a una pregunta: “Supongo…”

Ya lo dijo el presidente Zapatero: la tierra no es de nadie, tan sólo del viento. Otra ocurrencia. Sólo que esa nos produjo vergüenza ajena; todo lo demás que produce esta cuadrilla de  irresponsables, ocurrencias y suposiciones incluidas, nos da más bien miedo. En qué manos  estamos, señor…

Del blog de Rosa Díez

La verdadera situación del mercado de trabajo en España

La verdadera situación del mercado de trabajo en España

Escuchando las declaraciones de nuestros gobernantes, cualquiera diría que en España la situación de los trabajadores es envidiable. Dispondrían de unos derechos sociales ejemplares, asombro del mundo. No deberían, además, preocuparse por la crisis, pues unos benéficos dirigentes se negarán a disminuir tales derechos sea cual sea la situación económica. Al contrario, frente a la crisis se proponen incluso aumentarlos.

Nada resulta tan dolorosamente chocante como el contraste entre esa propaganda gubernamental y la verdadera situación del los trabajadores en España. Veamos qué dicen las cifras oficiales, pese a los retoques a los que habitualmente están sujetas para enmascarar, en la medida de lo posible, la cruda realidad. Las extraeremos de la Encuesta de Población Activa (EPA) del 4º trimestre de 2009, elaborada por el INE. Puede verse la nota de prensa que resume sus resultados. Otra síntesis de sus principales datos se muestra en el apéndice estadístico del Boletín Económico del Banco de España, a partir de la página 23.

Lo primero que llama la atención es, por supuesto, el espantoso número de personas en paro. Eran 4.327.000 a finales de 2009. Es decir, el equivalente a casi toda la población de una Comunidad como Madrid, por hacernos una idea del orden de magnitud de tal catástrofe. Este número de parados hacía que la tasa de paro en España fuese del 18,83% a finales del año pasado. Pero no hay que dramatizar, se nos dice, pues otros países también sufren, y más, una crisis internacional de la que nosotros no somos culpables, sino víctimas ¿Cómo explicar entonces que la tasa de paro en la zona del euro fuese del 9,87%, la mitad que la nuestra? ¡Todos padecemos fiebre, efectivamente, pero unos tienen 38 grados y otros tenemos 42!  Tal diferencia en la tasa de paro constituye la mejor prueba de que la crisis española es más grave y tiene raíces propias. Algo deben de tener que ver con todo esto nuestras instituciones laborales, es decir, la forma en la que está organizado el mercado de trabajo español.

De esos parados, aproximadamente una tercera parte se consideran parados de larga duración, al llevar más de un año desempleados. Según los estudios económicos, este tipo de parados tienen cada vez más difícil el salir de la situación en la que se encuentran. Sus conocimientos se van quedando anticuados, su motivación va disminuyendo y las empresas, que lo saben, se vuelven más reacias a contratarlos.

No sólo es que haya muchísimas personas paradas y una buena parte ya durante mucho tiempo. Además, de las que siguen trabajando, un porcentaje anormalmente alto lo hace en condiciones precarias. Uno de cada cuatro asalariados tiene un contrato temporal. Este ratio de temporalidad es único en Europa y fue incluso más alto antes del estallido de la crisis (era del 34% en 2006) ¿Por qué ha disminuido 9 puntos desde entonces? Porque, como puede verse en el gráfico de la página 26 del boletín del Banco de España, la inmensa mayor parte de los hasta ahora despedidos han sido trabajadores temporales. Dicho de otra manera, el empleo creado en España durante los años de crecimiento era muy volátil: se creó mucho, pero de mala calidad y que se destruye fácilmente.

Estos problemas de alto desempleo y elevada temporalidad afectan con especial dureza a los grupos más débiles de la sociedad. Si la tasa de paro global era de cerca del 19% y el ratio de temporalidad del 25%, entre los jóvenes de 20 a 24 años la tasa de paro es del 34,9%; para los menores de 29 años la temporalidad es del 47%; los inmigrantes tienen un paro del 29,70% y una temporalidad del 52%; entre las mujeres, la temporalidad es del 30%.

Bueno, dirán algunos, pues habrá muchos parados, pero lo importante es que están muy protegidos. Las empresas han de pagarles una elevada indemnización al despedirles. Una vez despedidos, un generoso sistema de subsidios y prestaciones les ampara. Entre tanto, se pueden formar hasta que encuentren otro puesto de trabajo, con la ayuda de unos espléndidos servicios públicos de empleo. Nada más lejos de la realidad.

Ya se ha indicado que las personas que han perdido su empleo son, en su inmensa mayor parte, trabajadores temporales. En su caso, la indemnización por despido es habitualmente cero, a lo que se suma que para ellos tanto la duración como la cuantía de las prestaciones por desempleo suelen ser también muy bajas. De hecho, en España hay ya alrededor de un millón de parados que han ido agotando prestaciones y subsidios hasta quedarse sin ninguna protección.

¡Si al menos ese tiempo se aprovechase para mejorar la formación y la empleabilidad! Pero la oferta de cursos para los parados es poco variada, de escasa calidad y no está adaptada a las necesidades individuales de cada trabajador. Añádase a esto la casi nula eficiencia de los servicios públicos de empleo como agencias de colocación, pues tan sólo el 5% de las recolocaciones tiene lugar a través suyo.

En nuestro país, al lado de los trabajadores indefinidos, de mediana edad, mayoritariamente varones, con altas indemnizaciones por despido, escasa probabilidad de desempleo y elevadas prestaciones de paro, se ha creado una subclase. Se trata de trabajadores sin acceso al empleo indefinido, atrapados en una trampa de precariedad (encadenando sucesivos contratos temporales de corta duración), peores salarios, paro y menores prestaciones por desempleo. En 2008, por ejemplo, se firmaron en España 2,7 millones de contratos de menos de 7 días de duración y 5 millones de menos de 30. Esta subclase sufre casi todos los despidos y se amplía con casi todas las nuevas contrataciones. Los altos costes de despido en los contratos indefinidos hacen que los empresarios sean muy reacios a firmarlos. Por eso, el empleo temporal no es la antesala del indefinido, sino una situación que acaba por convertirse en permanente (en el mejor de los casos).

Lo anterior explica en parte el bajo aumento de la productividad en la economía española durante los años de crecimiento económico. Los empresarios no tienen incentivos para mejorar la formación de unos trabajadores con una relación laboral tan precaria y de corta duración. De ahí también la alta siniestralidad laboral, concentrada en este tipo de trabajadores mal formados, o el que se pospongan tanto las decisiones de emancipación y de natalidad entre los jóvenes españoles.

Con el actual modelo de mercado de trabajo, hasta los privilegiados trabajadores indefinidos sufren inconvenientes. Están atados a su actual puesto de trabajo, impedidos de moverse a otro, ya que eso les haría perder el derecho a las indemnizaciones por despido que han ido acumulando en función de la antigüedad. Si cambian, ponen ese contador a cero. ¿Cómo será posible cambiar así el modelo productivo, lo que requiere reasignar los recursos hacia nuevos sectores?

Finalmente, esta situación del mercado de trabajo gravita sobre el conjunto de la economía española. Es una de las causas del déficit público: más de 30.000 millones de euros se gastan anualmente en prestaciones y subsidios de desempleo. Es una de las raíces del estancamiento del consumo, no sólo de los que están parados sino también de los que temen estarlo en el futuro. Tiene incluso que ver con los problemas de bancos y cajas, ante las dificultades de numerosas familias para hacer frente a sus hipotecas y a otros préstamos.

Para no abrumar más al lector, no profundizaremos en otras cuestiones como el mal diseño de la negociación colectiva (que no tiene en cuenta la situación individual de cada empresa al decidir las subidas salariales para sectores enteros), el empleo sumergido, el fraude en la incapacidad laboral, los horarios rígidos que no permiten conciliar trabajo y vida familiar… Tampoco incidiremos en la dimensión autonómica del problema, con unos servicios de empleo regionalizados (que utilizan bases de datos sobre vacantes limitadas a su propia Comunidad) o con la práctica erradicación de la lengua común del sistema educativo y la administración en importantes zonas del país, con los consiguientes efectos sobre la movilidad de las personas y la igualdad de oportunidades. Lo anterior debería bastar para evidenciar la necesidad y la urgencia de una reforma laboral en España, que podría haberse emprendido mucho más cómodamente en los años de bonanza.

Entiendo por reforma un cambio en profundidad, no el habitual paquete de medidas, numerosas pero nimias, meramente cosméticas, con las que el actual gobierno suele enmascarar su incompetencia. No obstante, las probabilidades de que una reforma de verdad se realice son mínimas. Sirva de indicio la clamorosa dejación de responsabilidades del gobierno: el asunto ha quedado en manos de los “agentes sociales” (unos sindicatos en los que están afiliados sólo uno de cada diez trabajadores y una patronal desacreditada). Otro indicio lo proporciona la agresiva demonización de cualquiera que se atreva a proponer alternativas, sean los 100 economistas (que incluían inicialmente al secretario de Estado Campa) o sea el gobernador socialista del Banco de España. Siento darles el día, pero conviene saber que esto es lo que hay. Y que, en este tema como en muchos otros, tanto PSOE como PP nos han conducido a esta situación.

Álvaro Anchuelo para Cotizalia

A Bibiana no le gusta Blancanieves

A Bibiana no le gusta Blancanieves

Esto es lo que se deduce de la campaña puesta en marcha por el Ministerio de Igualdad que dirige la feliz gaditana. La campaña, tiene como objetivo “Educar en Igualdad”; y para conseguirlo han editado una guía que “instruye” a padres y educadores sobre diversas materias, entre las que se encuentra llamar la atención sobre los cuentos  cuya lectura resulta nociva para los niños  porque el Ministerio ha considerado  “sexistas”". En esa categoría se encuadran,  citados expresamente, los cuentos de Blancanieves, Cenicienta o La Bella Durmiente.

Bueno, los gustos en materia de cuentos de la Ministra no son relevantes. Sí que me resultaría un tanto sorprendente, porque no conozco ninguna niña  (o niño) que no haya disfrutado con el cuento de Blancanieves cuando tenía edad para hacerlo. A mí me encantaban los enanitos, sobre todo “Mudito” y Gruñón”. Siempre fueron mis protagonistas favoritos, muy por encima de Blancanieves y, por supuesto, del príncipe, que en el cuento no deja de ser un actor de reparto que sale al final y sólo para que el cuento pueda terminar como todos los de la época: felizmente.

Las historias de los cuentos suelen corresponder al momento, el siglo, la sociedad, en el que se escriben. Si Blancanieves se hubiera escrito hoy lo más probable es el discurso del “realismo políticamente correcto” hubiera impuesto que la niña fuese violada por alguno de los enanos y que el príncipe fuera un padre angustiado que llegaba tarde al lugar en el que yacía el cadáver; momento en el que se hubiera escuchado una voz en off recordando el teléfono de ayuda sicológica a los hombres que puso en marcha el  Ministerio de Igualdad o las rebajas para abortar que se obtienen con el carnet joven en Andalucía.

Pero cuando los hermanos Grimm o Hans Christian Andersen escribían cuentos todos sus seguidores esperaban que estos relataran historias fantásticas, amables, –cuentos al fin y al cabo–, que acabaran siempre bien. Los cuentos no intentaban cambiar la vida ni las relaciones sociales; los niños que los leían o escuchaban en boca de su padres sabían que eran historias inventadas que tendrían un final feliz que les ayudaría a cerrar los ojos y soñar.

Menos mal que Andersen o Grimm nacieron algún siglo antes de que Zapatero y su benemérita Ministra de Igualdad llegaran al poder para vigilar las mentes de sus súbditos. Con este Presidente y este Ministerio se hubieran tenido que dedicar a otra profesión porque sus cuentos habrían sido censurados por este gobierno tan rojo y tan igualitario que cree que puede prohibir que les leamos  determinados cuentos a nuestros hijos. No ha habido en la historia de la España democrática un Gobierno más intervencionista que el de Zapatero. Un  Gobierno que no distingue entre su obligación de respetar la libertad individual y su deber de defender el interés común. Bueno, si distingue a la hora de actuar: no defiende el interés general y se entromete y coarta constantemente nuestra libertad individual.

Dicho de otra manera: respetaré las iniciativas del Gobierno (compartiéndolas o no) tendentes a organizar nuestra vida privada –tales como la prohibición de fumar en todos los espacios públicos–siempre que  el Gobierno actúe previamente en todo aquello que es de su competencia para proteger el interés general. O sea, después de que el Gobierno utilice el 150.3 de la Constitución para cumplir con su responsabilidad de ordenación general, armonización competencial, coordinación y simplificación de las normas autonómicas, libertad de mercado, cohesión y competitividad en todo el territorio nacional. Mientras no sea capaz de hacer lo que está obligado a hacer para cumplir con su mandato constitucional, que hagan el favor de dejarnos en paz.

Ya está bien de faltar el respeto a los ciudadanos; que vayan Zapatero y su Ministra a cualquiera de los hogares españoles en los que ninguno de sus miembros percibe ayuda o subsidio alguno y les recomiende que lean el  mapa sobre la excitación del clítoris y los labios menores en vez de Blancanieves y los Siete Enanitos. O, mejor, que se vayan a casa y dejen de sonrojarnos. De veras, no nos los merecemos.

Del blog de Rosa Díez

La Gran Vía centenaria

La Gran Vía centenaria

El 4 de Abril de 1910 se iniciaba la demolición de los edificios que abrieron camino a la Gran Vía. Alfonso XIII dio el primer piquetazo. La demolición de la Casa del Cura de la Iglesia de San José, el último resto del Convento de los Carmelitas Descalzos, que se supone que es el primer convento que abre Santa Teresa en Madrid, allá por 1586, mientras la rama femenina se instalaba en la actual plaza de Santa Ana.

Ya José I Bonaparte, que, como Carlos III, fue rey de Nápoles antes de serlo de España, intentó descongestionar un Madrid abigarrado de callejuelas insalubres. Animado por las reformas que su hermano Napoleón emprendía en París, el popularmente conocido como Pepe Botella, liberó 24.000 metros cuadrados de suelo a base de demoler conventos que permitieron abrir las Plazas de Santa Ana, Oriente, el Carmen o San Martín. Por eso quedó para la historia también como “rey plazuelas”.

Las posteriores reformas a lo largo del siglo XIX se preocupan más de descongestionar a la burguesía del centro. Los palacetes de la Castellana y los nuevos barios como el de Salamanca intentan importar experiencias como la del Ensanche barcelonés, para orientar el crecimiento urbano madrileño.

Sin embargo, el centro de la capital seguía pendiente de arterias nuevas. Conectar Cibeles y Alcalá con la Plaza de España era un proyecto acariciado, pero siempre aparcado por razones económicas derivadas del coste del proyecto. Un coste también social para los habitantes y comerciantes de los numerosos edificios que deberían ser demolidos. Un coste económico inasumible sin el acuerdo del Ayuntamiento, el Ministerio de Fomento y los bancos, pero ya sabemos lo difícil que es poner de acuerdo a estos actores. Cuadrar esos círculos depende de muchas cosas. El punto y final del imperio con la caída de Cuba y Filipinas. La reorientación de las finanzas españolas hacia objetivos internos. La experiencia de 1909 en Barcelona, cuya Semana Trágica sembró las callejuelas barcelonesas de barricadas incontrolables. Todo apunta, la necesidad en un momento, a crear una nueva arteria que atraviese Madrid, eje comercial y de negocios, de poder económico, de comunicación, de descongestión urbana, de seguridad, de higiene pública.

A decir verdad, no fue la Gran Vía escenario de grandes revueltas populares, aunque sí fue el río de comunicación esencial para la defensa republicana de Madrid, asediado durante tres años por los ejércitos franquistas y qué la playa donde se producían los saltos de manifestantes que reclamaban el final de franquismo.

No es tampoco un lugar original. Sus edificios emblemáticos son casi fotocopias de otros neoyorquinos o londinenses, como ocurre con la famosa Telefónica. Hay otros lugares más entrañables, más populares, más populistas en Madrid. Pero, sin duda, es una pasarela, una arteria, un tránsito de mezclas eclécticas del Madrid que un día quiso ser moderno y aún más que europeo.

Los avatares de Madrid son el altavoz de lo que se cuece en España siempre en construcción y lo que se crece en España, termina recorriendo la Gran Vía. Al final aparece en un cuadro limpio, y luminoso, en un retrato csi topográfico de Antonio López.

La Gran Vía cumple cien años, pero a esa edad, aún nadie sabe qué será, cómo será, porque sigue siendo un camino en construcción. El debate sobre su peatonalización sigue abierto. Por eso resulta tan atractiva la que recibiera nombres tan dispares como Eduardo Dato, Pi y Margall, Conde de Peñalver, Avenida de México o Rusia, calle de la CNT, o Avenida José Antonio, hasta volver a ser La Gran Vía. El mismo nombre por el que todos, amantes y detractores, la conocieron desde el principio. Hay que ver las vueltas que da el mundo para volver al mismo sitio, que sin embargo ya es otro.

Feliz centenario, Gran Vía de Madrid.

Francisco Javier López Martín
Secretario General CCOO de Madrid

¿Quédebemosarreglar entretodos.org?

¿Quédebemosarreglar entretodos.org?

Como miembro del Comité Económico y Social europeo, no podemos más que alegrarnos de la iniciativa, nacida de la sociedad civil y expresión de una democracia moderna y participativa, que es la campaña estosololoarreglamosentretodos.org. Incluso diríamos que demasiadas veces hemos lamentado la inhibición de los intelectuales. Nuestra muy modesta aportación, en estas breves líneas, pretende ayudar a enfocar los conceptos y evitar confusiones para que la idea se convierta en eficaz y, ojalá, en arrolladora.

 

A nuestro juicio, la palabra clave, sobre la que no conviene despistarse, es el demostrativo «esto».

En efecto, ¿qué es lo que hemos de arreglar, entre todos los españoles, en este momento? Es importante concretarlo para no dilapidar energías ni caer en espejismos.

A nuestro entender, que en nada compromete a los impulsores de la idea, absolutamente ajenos a este escrito, existen dos enfoques restrictivos a evitar, pues podrían nacer de equivocados diagnósticos y llevar nuestras acciones a resultados mediocres, o, peor, a medios resultados, debilitándonos estructuralmente de cara al futuro.

Lo primero es que no vamos a arreglar, ni juntos, ni separados, la crisis financiera internacional. Que es como decir que lo que nos ha de preocupar es la crisis genuina española, debida a nuestros propios fallos, y en ningún caso a un oscuro contubernio internacional. Algunas cuestiones, entre muchas, son el por qué creamos más paro y más deprisa que ninguno, por qué nuestro déficit público estructural es comparativamente explosivo, por qué hemos roto la unidad de mercado, por qué estamos peor en el informe Pisa, etc... Todos ellos, problemas patrios y de nuestra exclusiva responsabilidad.

Emergencia institucional
Lo segundo es que lo que tenemos que arreglar es una emergencia socio-político-institucional de la que los problemas económico-sociales, terribles, son una consecuencia. Si nos satisfacemos con alcanzar, digamos, una décima de crecimiento del PIB o con ralentizar el crecimiento del paro, o racionalizar algún disparate aislado en nuestro sistema, perderemos nuestras esperanzas melancólicamente, al ver que prolongamos la agonía de lo esencial y recaemos a la primera.

Hay que huir de una gran ilusión peligrosísima, que consiste en creer que, en más o menos tiempo, todo volverá a ser como antes. Nunca será así.

El crecimiento reciente de la economía española no volverá a tener jamás las mismas condiciones excepcionales juntas (fondos europeos, tipo de intereses bajísimos, efecto de la entrada en el euro, largo ciclo positivo internacional y demás...).

Y que, cuando ha llegado la noche, han fallado las estructuras, nuestras estructuras, que son las que tenemos que arreglar entre todos. Es indispensable tener un diagnóstico certero. No se trata de jugar mejor, hay que construir un nuevo campo de juego, porque con el que tenemos ya no podemos jugar en Primera División.

Ahí es dónde debería intervenir el cacareado Pacto de Estado. Es irrisorio hacer un pacto de ese tipo para subir o bajar dos puntos el IVA, o retrasar la edad de jubilación unos meses, por ejemplo. Al igual que tiene delito que ambos temas se conviertan en señuelo político para distracción de masas, haciendo pensar, por unos y por otros, que, de ello, pueda depender la solución a nuestros problemas.

El Pacto de Estado, como fueron los Pactos de La Moncloa, tiene que tocar las estructuras fundamentales para darle un vuelco a un sistema que ha funcionado, pero que ha llegado a su madurez y corre el riesgo de pudrirse y seguir haciendo estragos... A eso estamos llamados todos. O, por lo menos, todos los interesados en el futuro de España y de todos, o de la inmensa mayoría, de sus ciudadanos.

Reformas profundas
Aplicar parches coyunturales que alivien el sufrimiento, o desarrollar aspectos concretos de una política económica, es obligación del Gobierno y debe cumplirla; nunca es objeto de un Pacto de Estado. Pero planteémonos nuestro sistema educativo, tan pobre y, sin embargo, única base real de una futura economía y sociedad boyantes; hablemos de nuestro esperpéntico sistema de Justicia, con toda la inseguridad jurídica que acarrea y que tanto daño hace a la economía y a la moral de la sociedad; analicemos el disparate insufragable en que ha devenido el desarrollo del Estado autonómico, a la luz de nuestro disparatado déficit público y de la imposibilidad de gobernar; enfrentémonos a la paulatina obsolescencia del Estatuto de los Trabajadores, que tantos buenos frutos ha dado; acordemos un modelo energético a 40 años sobre la razón científica y el interés común, y no sobre eslóganes... y así unos cuantos temas esenciales.

Y, entonces, sí estaremos todos llamados a arrimar el hombro para alumbrar una nueva etapa, esta vez sólida, de prosperidad para la sociedad española, toda. Para arreglar el tsunami socio-político-institucional, acudamos todos. Porque, para eso, merecerá la pena sacrificarse, y se encontrarán las ganas y el interés por el bien común de todos los españoles. Y habrá que acudir con ideas, ya no con ideologías.

EXPANSIÓN por Enrique Calvet Chambon

Truculencias

Truculencias

Uno de los highlights de los retiros de ejercicios espirituales de antaño (supongo que seguirán haciéndose, aunque desconozco su formato actual) era la tenebrista descripción de las penas del infierno, que acechaban flamígeras en el precipicio situado a la izquierda del itinerario del homo viator. Descripciones llenas de detalles gore sobre la intensidad y duración de los tormentos, cuya explicitud variaba de acuerdo con la imaginación un punto sádica del maestro de ceremonias. James Joyce les dedica una página formidable en su Retrato del artista adolescente. La verdad es que en líneas generales siempre resultaban más creíbles, pese a su fundamental inverosimilitud, que las edulcoradas y borrosas estampas de la beatitud celestial. Una herencia de Dante, supongo. Y daban pie al humor negro, como el de aquel feligrés que interrumpió al cura engolfado en su tarea de narrar espantos punitivos: "Ya está bien, padre. Si hay que ir al infierno, se va, pero... ¡coño, no acojone!".

Este gusto sacro por la pedagogía de lo escalofriante parece irse generalizando. Ya hace varios años que la Dirección General de Tráfico optó por prevenirnos contra los accidentes empleando imágenes de carrocerías machacadas, niños que chillan despavoridos y parapléjicos contritos. No queriendo ser menos, las autoridades sanitarias adornan las cajetillas de tabaco que el Estado sigue vendiéndonos con fotografías de chancros, tumores y pulmones perforados (supongo que aspiran al ideal de que la gente no deje de invertir en el rentable veneno pero que no se lo fume, para así ahorrar gastos a la sanidad pública: doble ganancia). Por su parte, las campañas contra el aborto no renuncian a asestar a los impíos retratos de fetos despedazados y otras referencias clínicas espeluznantes a la masacre de los inocentes. Salvo los caníbales, siempre tan suyos, nadie puede permanecer impávido ante tal carnicería...

Ahora se incorporan a esta moda tremendista los antitaurinos. Ya antes eran propicios a mostrar instantáneas chorreando hemoglobina de morlacos agonizantes pero ahora, en el debate del Parlamento catalán, se han aportado estoques y rehiletes como argumento científico irrefutable de que ese tipo de armas blancas hacen sufrir cuando pinchan: hay que agradecer que ningún evolucionista se haya presentado con una cornamenta de buenos pitones para recordarnos que el bos taurus también se las trae. En Madrid, como respuesta a la iniciativa de la presidenta Aguirre de declarar la fiesta bien de interés cultural (su lema podría ser "toro por la patria"), ha habido manifestación de desnudos ensangrentados como protesta. Seré el último que se queje de que señoritas de la edad adecuada se despeloten en público por una buena causa, e incluso sin ella, pero en este caso aunque se peguen banderillas y se embadurnen con tinta roja falla la similitud: porque si a algo no se parecen los toros de lidia -sanos o heridos- es a hembras.

Confieso cierto prejuicio contra estas formas de persuasión por medio de la agonía emocional y la truculencia. Soy de los que creen que la imagen no sólo no vale más que mil palabras sino que necesita más de mil para valer algo. Y desde luego prefiero que me hagan pensar a que se esfuercen en hacerme llorar o temblar. Además, me uno al ruego del feligrés contra la pedagogía del terror que confunde conmover y convencer: oiga, no acojonen, que bastante tenemos ya cada uno con lo nuestro.

FERNANDO SAVATER - EL PAÍS

Brutal agresión en el Metro de Madrid

Brutal agresión en el Metro de Madrid

Martes 23 Marzo 2010, 2.30 pm, parada de metro Gregorio Marañon, andén linea 7, dirección Hospital de Alcalá.

Las puertas se abren, una marea humana se baja de la cabecera del tren.

Un hombre alto, fornido, de unos 30 años, rapado y tatuado, con perilla, se cruza con un joven de aspecto normal, estatura mediana, con una sudadera verde con la leyenda "three strokes" en el pecho, que se dirige al vagón.

Sin mediar palabra ni provocación, el rapado se abalanza sobre el joven de la sudadera y le golpea con extrema violencia en la cara una, dos, tres veces.

Avanzo unos pasos entre los estupefactos viandantes, que no reaccionan.

Le grito que pare, se vuelve hacia mí y grita:

"Lleva una sudadera de fascista!! Los fascistas matan a la gente!!".

Acto seguido, se larga de allí hacia la línea 10, dirección Puerta del Sur. El joven está desorientado, casi K.O., sangra profusamente por la boca.

Siento una profunda indignación y piedad a la vez.

Entre yo y otro hombre le llevamos a la taquilla, donde es atendido por la cajera y varios guardias de seguridad. El joven no recuerda nada.

A los pocos minutos llegan su novia y un amigo, a quienes hemos llamado. El va de traje y corbata, ella llora. Tienen apariencia normal, desmienten cualquier filiación extremista de la víctima.

Les doy mis datos por si necesitan un testigo y me voy al trabajo. Intento concentrarme, pero no puedo. Pienso en el motivo esgrimido por el agresor, la marca de ropa.

Aunque algunos asocien dicha marca con grupos ultra, es de venta libre y carence de símbolos -como la cruz gamada- que inciten a la violencia ; solo es una marca que cualquiera podría comprar inadvertidamente.

Pienso en las palabras del agresor:

"fascista!!"

Igual podría haber gritado:

"Negro! Judío! Sudaca! Rojo! Txakurra! Charnego! Marica!"

O cualquier otro epíteto que deshumanizase a la víctima y justificase cualquier salvajada. El fascismo -o, mejor dicho, totalitarismo y extremismo- no es una cuestión de nomenclatura, sino de actitud democrática y tolerancia.

No vino de otro planeta, es parte intrínseca de nuestra cultura, un síntoma de lo que somos los españoles en cada esquina de la piel de toro, un fiel reflejo del cacique que anida dentro de nosotros -de izquierdas y de derechas- y que trasluce en las palabras de tantos políticos que deshumanizan a "los otros", los innombrables, aquellos que deberían avergonzarse de existir y ser privados de identidad, patria -véase la aversión a la palabra "España" de algunos- y lengua, aniquilados física y moralmente.

Fomentan el odio al distinto (que bien se vive a costa de un chivo expiatorio al que culpar de todos los males y que focalice el odio del populacho y lo distraiga de nuestras corruptelas), a quienes basta con etiquetar con la palabra mágica para condenarles al ostracismo y a un merecido castigo.

Decía el gran pensador Karl Popper que la paradoja de la tolerancia era que había que ser intolerante con los intolerantes. Sobra demagogia y falta cultura democrática. Gente dispuesta a darlo todo por defender el derecho del otro a ser distinto y a proclamarlo con libertad.

La brutalidad de la que fui testigo hoy es solo la primera cosecha de lo que hemos sembrado. La humanidad es la única ideología que suscribo.

Periodista Digital

Desviar las responsabilidades, o cómo maquillar la crisis con falacias

Desviar las responsabilidades, o cómo maquillar la crisis con falacias

“Porque cuando tú, y tú, y tú, y yo, nos convertimos en nosotros, no hay nada que no podamos arreglar.” Esto es lo que afirma, de forma así de taxativa y apodíctica, el manifiesto de una llamativa campaña publiciatria que seguro han visto por ahí: en la prensa, en cartelería o en internet: “estosololoarreglamosentretodos.org”.

De modo más o menos sibilino pero indisimulado, el mensaje de esta campaña, pagada por las Cámaras de Comercio y las empresas patrocinadoras de la Fundación Confianza (es asombroso lo fácil que resulta sacarles dinero para estas distracciones y lo difícil que es cuando se trata de algo serio), es que la gente debe –debemos- hacerse responsable de la salida de la crisis. Y en segunda lectura, que todos debemos arrimar el hombro… en vez de criticar y desanimarnos. La campaña subraya que el pesimismo y el desánimo empeoran la crisis que, en cierto modo, sería sobre todo un estado mental: “Pero la crisis no solo está ahí fuera, también está en nuestras cabezas”.

De ser así habríamos registrado un gran progreso cognitivo: aunque la crisis económica comenzó hace más de dos años, muchos negaban que existiera tal cosa y achacaban los indicios de la que se avecinaba al pesimismo, falta de entusiasmo e incluso de patriotismo de los críticos. Por desgracia, entre estos sujetos biempensantes, rebosantes de optimismo y buen rollo (¡incluso de patriotismo!), se contaba nada menos que José Luis Rodríguez Zapatero. Y el resto de su gobierno y de los partidos que lo sustentan. ¿O vamos a olvidar aquel debate televisivo en el que, contra todo pronóstico, el ministro Pedro Solbes ganó por puntos al empresario José Manuel Pizarro? Y ganó no porque tuviera más razones que éste, sino porque dijo las cosas que la mayoría de los televidentes quería oír. Que más o menos son la misma que dice esta campaña: esto-lo-arreglamos-entre-todos-con-mucho-optimismo. Pues qué bien. Ahora, que expliquen cómo es posible que se desencadenara semejante desastre financiero con la mayoría de las cabezas inundadas de optimismo y de ganas de seguir viendo como dios. ¿Cómo se explica, dada la importancia de los estados mentales en la solución de la crisis? ¿No tuvo esa ceguera colectiva ningún papel en su gestación?

Ciertamente, la campaña destila un cierto tufillo hegeliano al proponer que el salto cualitativo que va de la suma de muchos individuos al nosotros tiene consecuencias revolucionarias.  Y también del equipo de marketing de Obama, claro: yes, we can. Mientras que la suma de muchos túes y yoes resulta impotente, he aquí que el nosotros triunfa donde aquellos fracasan porque nada le está vedado. En fin, el optimismo de la voluntad. Pues cuidado, porque un pequeño empujón y ese optimismo entusiasta de los yoes disueltos en el nosotros victorioso conduce velozmente al totalitarismo. Esperemos que el siguiente paso de la campaña no consista en denunciar quiénes son (somos) los culpables de que el nosotros no consiga imponer su santa voluntad a la dura realidad. Por si acaso, estaremos atentos.

Esta campaña tiene de malo tres cosas: primera, que pretende que la crisis económica (y política) es sobre todo un estado mental, es decir, una representación subjetiva contagiosa, en vez de una situación de hecho fundada en poderosos datos materiales. Por ejemplo, el desempleo. Sintomáticamente, la campaña pone como ejemplo de la actitud a seguir a un espabilado sevillano que ha superado el problema imaginándose un trabajo. En segundo lugar, la campaña desvía el tiro: está muy bien que todos estemos dispuestos a cooperar, pero las soluciones no vendrán por esa disposición de ánimo, sino porque quienes pueden tomar decisiones las tomen de una vez, comenzando por los poderes político y económicos. En este sentido, la campaña es una peligrosa engañifa, porque desvía las responsabilidades de quienes sí tienen la capacidad y responsabilidad de tomar decisiones a quienes son meros espectadores y víctimas, con más impotencia que otra cosa. ¿O es que alguien sostiene seriamente que medidas tales como la despolitización de las cajas de ahorro, la reforma del mercado laboral o la reducción del déficit público mediante una racionalización del disparatado “Estado de las autonomías” son cosas que pasarán gracias al buen rollito de la gente?

En cualquier caso, la crisis no se resolverá promoviendo patrañas y falacias. Y llegamos así al tercer problema de esta campaña: su fe ilimitada en las virtudes del marketing y de la propaganda de calidad –es una campaña ingeniosa y bien diseñada, qué duda cabe- como sustitutivo de la comunicación basada en la veracidad cognitiva, la competencia lógica y la responsabilidad ética y política. No, miren: igual es conveniente emplear el mejor marketing y publicidad posibles en la comunicación de la realidad de la crisis y de las medidas indispensables para superarla, pero pretender que marketing y publicidad sustituyan a la política y la economía, y la propaganda a la verdad y el conocimiento, es tan inútil como peligroso a la larga.

Además, qué quieren, a uno le solivianta que le tomen por tonto y carne de creativo publicitario. Ya lo escribió magistralmente –imposible mejorarlo- Augusto Monterroso: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía seguía allí”. Pues lo mismo: cuando despertó del sueño narcótico del buen rollito y el optimismo creativo de la campaña, la crisis todavía seguía allí. Sólo que acrecida y desbocada por el desvío de responsabilidades, que conduce al desvarío de la razón.

 

Del blog de Carlos Martínez

Historia del país que se creía rico

Historia del país que se creía rico

Atravesamos tiempos difíciles. La economía del país no marcha bien, el paro fustiga nuestros hogares y existe una gran incertidumbre en el mañana. Estamos desconcertados.

Nos habíamos olvidado del dolor, el sufrimiento y el esfuerzo, y nos arrastramos perplejos, sin terminar de comprender cómo es posible que se haya esfumado, como por arte de magia, una situación económica que hasta hace dos días era envidiada por el resto del mundo. Sobre esta reflexión, arranca el libro Crónicas de un país que se creía rico (Almuzara), del ingeniero y empresario José Luis Manzanares, una divertida y clarificadora alegoría sobre nuestra situación, que arroja luz sobre lo que nos ha acontecido. Con clarividente lucidez nos muestra tal y como en verdad somos, una sociedad que se creyó rica y que se ha empobrecido, sin querer reconocerlo y sin tomar las medidas, dolorosas pero necesarias, que precisamos para cimentar un nuevo resurgir.

A través de la sonrisa inteligente, las crónicas de Manzanares nos desnudan. Al igual que el rey no se daba cuenta de su desnudez ante el agasajo de su corte, nuestro regocijo durante la época de vacas gordas nos alejó de la visión de nuestra propia realidad, que aún hoy no reconocemos. Ya no somos ricos, pero queremos seguir manteniendo el nivel de vida de los poderosos, los mismos sueldos, idénticas prestaciones sociales, seguir avanzando en los convenios, priorizar el ocio sobre el trabajo, mientras otros pueblos trabajan más y mejor que nosotros. Mientras ellos venden sus productos, nosotros cerramos empresas; ésa es la dolorosa realidad.

El país que se creía rico, sujeto protagonista del libro, decide acudir a varios doctores a que le diagnostiquen su mal. A pesar de que algunos médicos son realmente duros con el estado de su salud, el paciente se niega a aceptar el tratamiento que le proponen por considerarlo demasiado riguroso. El país que se creía rico sigue creyendo que simplemente con el tiempo volverá a ser cómo era, por lo que relega cualquier tratamiento. Y claro, así no hay manera. El país empeora, mientras que sus otros vecinos afectados de la epidemia ya comienzan a recuperarse de sus dolencias.

Al país que se creía rico se le ha acabado el dinero del crédito fácil. Primero para sus empresas y familias, probablemente también para su sector público en pocos meses. La construcción residencial no volverá a ser lo que fue, y cuando mira a su alrededor buscando salidas se encuentra con un mundo muy competitivo, donde unos países venden bienes de alta tecnología y otros ofrecen mano de obra muy barata. Pero el país que se creía rico no puede hacer ni lo uno ni lo otro: tiene inoculado el virus de la decadencia. José Luis Manzanares le somete a las preguntas que determinarán su futuro: ¿está dispuesto acaso a volver a gastar menos de lo que ingresa, a cambiar sus hábitos, a anteponer el trabajo al ocio, a adelgazar el Estado de bienestar, a estudiar e innovar? Sin todo ello, el país que se creía rico seguirá languideciendo, mientras que más y más países le adelantarán sin compasión.

Mientras leía el libro, recordaba los principios expuestos por Ibn Jaldún en su impresionante Introducción a la Historia, considerado como el primer tratado de sociología. Existe una dinámica inmutable en el origen de los imperios y las civilizaciones. Nacen desde el esfuerzo, el sacrificio y la lucha. Se hacen fuertes y logran desbancar a los pueblos decadentes que brillaron en el pasado. Pero, en su victoria llevan la semilla del fracaso. Se acomodan, se acostumbran a la buena vida, relajan sus costumbres, huyen del sacrificio. Comienza entonces su decadencia.

Mientras esto ocurre, otro pueblo pobre y esforzado, comienza a afilar sus armas para la conquista que más tarde o temprano llegará. ¿Estamos en decadencia, mientras que chinos o indios, por ejemplo, trabajan con ahínco para relevarnos como potencias mundiales? ¿Está en nuestras manos quebrar el principio de la decadencia que acuñó nuestro paisano Ibn Jaldún, o nuestro destino ya está escrito por un extraño determinismo sociológico? Para José Luis Manzanares sí es posible resurgir, pero conllevaría un enorme esfuerzo que todos deberíamos estar dispuestos a asumir. ¿Será posible? Sólo el tiempo nos lo dirá.

Manuel Pimentel -Cinco Días

Sin propuestas, sin voluntad y sin salida

Sin propuestas, sin voluntad y sin salida

“Errático y sin soluciones”, resumiría el NYT la intervención de José Luis Rodríguez Zapatero en el debate sobre la crisis, pero criticaría también al PP diciendo que no tiene “un programa económico coherente”.  Y mientras tanto, lo que queda de España se empobrece de día en día, endeudándose en 445 millones de euros al día durante el mes de diciembre, 580 millones en enero, y 829 millones en lo que va de febrero, a pesar de haber incrementado las retenciones a trabajadores y pensionistas para disponer de mayor liquidez.


Y eso sólo el Tesoro, porque de lo que ocurre en las CCAA y los Ayuntamientos no tenemos ni idea. ¿En cuántos miles de millones han incrementado su endeudamiento con las Cajas locales, que controlan férreamente apropiándose del ahorro de los ingenuos ciudadanos? Unas cajas quebradas en una buena parte, sus activos valen unos 200.000 millones de euros menos de lo contabilizado,  incapaces de devolver su inmensa deuda, 230.000 millones de euros entre 2010 y 2013, y que están ocultando otro problema insoluble de deuda del que nadie habla. ¿Por qué el BdE no cumple con su obligación para variar, y las obliga a explicitar su exposición a la deuda autonómica y local, en lugar de dar cifras agregadas?. Después del cambio de ciclo de la FED con la subida de tipos y la restricción del crédito, el BCE acelerará los tiempos, el quantitative easing que mantiene la tesorería de los bancos y permite la financiación de la deuda del Estado, toca a su fin, y ello puede ser mortal  para el sistema financiero y para la deuda.


Y luego las “empresas públicas”. Dicen que Grecia camuflaba su deuda a través de derivados, una estupidez, ya que esos productos son bien conocidos por los mercados. ¿Pero qué saben los mercados de otros instrumentos de ocultación de deuda, tan burdos que ni están en los escritos, llamados eufemísticamente “empresas públicas”, que no dan un solo dato y sirven además para despilfarrar y colocar a familiares y amigos sin que nadie tenga que responder de nada?. La previsión apunta a que la deuda, sólo del Estado, ascenderá hasta el 71 % del PIB en 2010 y hasta el 89 % en 2011. Calculen ustedes la del conjunto de AAPP. No hace falta ser adivino para predecir, aquí y ahora, que la burbuja de deuda explotará en cuestión de meses a partir que el BCE cambie de ciclo.


Emergencia nacional


Por primera vez desde el comienzo de la crisis, todos los portavoces, excepto el socialista, no han dudado en calificar la situación económica de dramática. De golpe y porrazo, han pasado a ser catastrofistas. Todos reconocen la gravedad de la situación y la necesidad de realizar duros sacrificios, pero no ellos ni su taifa; el dinero prometido al País Vasco es intocable,  dice el PNV; las cajas gallegas necesitan dinero público, pero son sólo de los gallegos, dice el BNGA; la inversión pública comprometida con Cataluña no se puede reducir, exige CiU, y así sucesivamente. Claro que si Bibiana Aído destina 26.000 euros a un mapa de excitación sexual del clítoris, y Garmendia ofrece 7 millones de euros del I+D a la cocina vasca, cualquier cosa es posible.


Y dentro de este cúmulo de despropósitos, donde desde los VIP al Rey exigen un Pacto de Estado, Rosa Díez denunciaría el Pacto de Hierro entre PSOE y PP para repartirse España como si fuera un solar y que hace imposible cualquier recuperación. Han pactado una financiación autonómica que arruina literalmente a la nación, pero que les beneficia territorialmente; han pactado el no despolitizar ni profesionalizar las cajas, porque con eso mantienen su poder en cada territorio; han pactado una política lingüística que está expulsando al español de un tercio de España; han pactado una política educativa tercermundista diferente en cada taifa, donde se ignora la existencia de la nación española; han pactado  repartirse el poder judicial, etc. No hay nada que pactar que pueda ayudar a la salida de la crisis, excepto el cambio del modelo de Estado y la reestructuración y privatización del sistema financiero, y nada de eso va ocurrir.      


Y ése es el núcleo de la cuestión que nadie ha mencionado. ¿Cómo van a equilibrarse las cuentas públicas sin dar marcha atrás a un modelo de Estado imposible de financiar? El propio Zapatero dio la cifra de que el 80% del empleo público y los dos tercios del gasto son CCAA y Ayuntamientos, y  si eso es intocable, ¿cómo va a reducirse el déficit y la deuda? ¿Cómo va a haber recuperación con un sistema financiero incapaz de dar crédito, porque ni siquiera puede devolver lo que debe, y lo poco que da no es a la economía productiva, sino a CCAA y Ayuntamientos? Y la guinda del pastel: “solo recortaré gasto cuando haya crecimiento” dice ahora Zapatero, lo contrario de hace 15 días. Grow up, “madurad”, pide The Economist al Gobierno.


“¿Incoherencia estadística o fraude?”

 

Zapatero anunciaría también por quinta vez en doce meses, que estamos a punto de salir de la crisis y que según los datos del INE, estamos mucho mejor que la media. No voy a opinar yo solo del falseamiento masivo de datos por parte de la Contabilidad Nacional y del BdE, hoy recurriré a la opinión de reconocidos expertos, que además en razón de su cargo tienen que ser extremadamente escrupulosos con sus afirmaciones, y por ello he titulado éste párrafo con el llamativo título con que describía hace una semana el Director de Coyuntura de FUNCAS, Ángel Laborda, la última tropelía de la Contabilidad Nacional. Se refería al hecho inaudito de cómo la caída de las ventas interiores declaradas en 2009, publicadas por la Agencia Tributaria, eran el doble  de las estimadas por la Contabilidad Nacional.


¿Y qué pasa si las cifras de ventas interiores fueran las de la Agencia Tributaria? Pues que el PIB 2009 no habría caído un -3,6% como afirma el dato oficial, sino un -5,2 %. “Alguien debería investigar eso”, concluye Laborda, y dada la inexistencia de oposición en España, “¿qué tipo de gestión de control económico ejerce el PP?” se preguntaba aquí Marc Vidal el viernes. “No se ganan el sueldo que cobran”, tendría que ser la Comisión Europea . Y si como dice el compañero Almunia, los datos de Grecia no son creíbles, ¿qué pasa con los de España, que no hay por donde cogerlos?.


En medio de este fraude estadístico masivo la economía agoniza. Así denominaba el pasado lunes Carlos Sánchez en estas páginas la situación de la industria española, no se puede expresar mejor. Pero no solo la industria, toda la economía. Agoniza la producción, agoniza el consumo y agoniza la inversión, por el hundimiento ulterior del crédito, por el descenso de la renta disponible, por la falta de confianza y por la falta de competitividad, y eso que todavía no han empezado a subir los impuestos en serio, porque cuando eso ocurra ya no podremos hablar de agonía sino de certificado de defunción. Ademñas de los estatales, con el acuerdo del PP, acaban de autorizar a la CCAA a duplicar los impuestos de los Ayuntamientos, y a inventar otros nuevos, tal como suena; de momento un canon eólico, que irá al recibo de la luz, y un impuesto a las grandes superficies, que irá a los productos de primera necesidad.


Y mientras la economía productiva agoniza y el déficit exterior sigue disparado, el gasto público no para de crecer, 40% del PIB en 2008, 45 % en 2009 y una previsión del 48% en 2010. Una crisis fiscal casi inimaginable, la mayor desde el siglo XVI y donde, también hoy como entonces, las grandes fortunas están exentas. El profesor Lagares, uno de nuestros mejores economistas y hacendistas, estima que para salir de la crisis hay que limitar el  gasto público a un tercio del PIB, es decir, hay que reducir el gasto de las AAPP en 150.000 millones. Pero no se inquieten, Zapatero ha encontrado la solución, crear una comisión: Blanco, Salgado y Sebastián pactarán con CiU y PNV que todos menos ellos nos apretemos el cinturón hasta que nos salga la lengua. Todo está bajo control, la solvencia de España y su sistema financiero indiscutible, la culpa es de los mercados y del cambio climático.


Roberto Centeno - Cotizalia

Guau

Guau

¿Quién ha dicho que España va mal, que Europa sale de la crisis pero nosotros seguimos escarbando, que vamos pisando los talones de Grecia hacia el naufragio y que no pintamos ni un pimiento en el mundo? Pero hombre, por Dios, ¡si hasta tenemos un espía! Y eso da muchísimo caché de gran potencia. Porque además no espió para Andorra o Albania o cualquier otro país menor, sino ¡para los rusos! Qué chulada.

Es verdad que cuesta imaginar que tengamos secretos de Estado que puedan interesar en Moscú, y también es cierto que el reo, Roberto Flórez, con sus mofletillos y su calva lustrosa, tiene una pinta de lo menos épica y más bien parece un simpático vendedor de pequeños electrodomésticos, pongamos por caso, o tal vez un figurante contratado por el Gobierno para hacer de traidor y levantarnos el orgullo patrio en estos momentos de melancolía (de hecho, varias fotos muestran al tal Flórez en sonriente camaradería con los policías que le conducen); pero, de todas formas, para ser nuestro primer espía, es decir, el primer condenado por traición de la democracia, no está nada mal.

Además, esta condena no es el único indicador de nuestro poderío. No es verdad que la economía esté fatal y que todos los negocios languidezcan: hay un sector empresarial que nos funciona de fábula. Según datos recién publicados, en la primera mitad de 2009 España vendió un 64,5% más de armas que el año anterior. Toma ya crecimiento comercial.

Entre nuestros compradores hay clientes tan encantadores, democráticos y pacíficos como Irán (17,3 millones de euros) o Marruecos (29,5 millones), y el total de las ventas ha ascendido, en tan sólo seis meses, a 411 millones de euros. Así que ya ven, en la misma semana nos hemos enterado de que tenemos espías de los rusos y de que nos va genial como traficantes de armas. Esto sí que es tronío. Asombroso. Guau.

Rosa Montero -  El País

Oh, Zappy Day*

Oh, Zappy Day*

Plegaria laica, ¿no es un oxímoron? No siempre. Benjamingrullo lo había explicado el 12 de julio de 2007:

EL LíDER PATOLÓGICO

¿Se puede ser un líder y carecer por completo de personalidad?

Creo que de la respuesta a esta cuestión saldrá la clave para entender no sólo una personalidad tan fascinante como la de Zp, sino la sustancia de la que está hecho el populismo de los españolitos.

Zp se muere por gustar, es el típico tío que detecta automáticamente la forma más fácil para ser aceptado, si hay que patearle la cabeza a un negro porque en ese momento nuestro zp quiere hacerse colegui de unos neonazis, no problem, ¿Quiere esto decir que Zp sea una mala persona? Para nada, porque si zp estuviera de campamento con la madre Teresa sería el más humanitario salva leprosos. ¿Quiere esto decir que Zp sea una buena persona? Tampoco. Lo único que quiere decir es que Zp no es. Carece de criterio, ni bueno ni malo.

Zp simplemente asume como propia la actitud dominante que detecta en cada momento. Esta y no otra es su genial virtud. Zp configura lo que se conoce como un líder patológico. Al revés que los otros líderes, no es capaz de arrastrar a los demás según ningún principio y mucho menos según unos principios democráticos. Es incapaz de fijar ningún rumbo porque carece de brújula moral alguna. Esta es su ventaja, no es su criterio lo que le convierte en un líder, sino su falta de. Como carece absolutamente de criterio tiene una especial sensibilidad que le permite detectar la opinión ambiental y anticiparse. Su criterio son los demás.

No confundir liderazgo con personalidad. Diversos estudios demuestran la falta total y absoluta de personalidad del líder por antonomasia: Adolf Hitler. Un caso extremo de proyección de la personalidad de la masa y sus patologías en una sola persona. Así como Hitler era una especie de encarnación de todas las irracionalidades del pueblo alemán, Zp lo es del apañol. Se entiende que donde unos crean un furher megalómano, expansionista y cruel nosotros producimos un idiota. ¿De qué nos extrañamos? Es natural que un país pusilánime que se desprecia a sí mismo de lugar a nuestro presi. Llamémosle presi, la palabra completa desborda la propia ambición de zp.

Insisto, de tal palo tal astilla, y de tal pueblo, tal zetapé. Que nadie me lo niegue, Zp es el común denominador de la personalidad de los apañoles. Se le acusa a Zp de populista, y lo es. Pero no es culpable. Zp es un lujo para analizar las patologías de los españolitos porque las encarna espontáneamente. Este es el don de Zp que se está minusvalorando.

El tipo es un prodigio de la naturaleza, un Zelig metido a líder, una nada en la que se condensan nuestras patologías colectivas. El merengue moldeable, al que las irracionalidades del pueblo apañol dan forma. El pastor como creación de los borregos. El escultor es el pueblo apañol. Zp no es culpable de nada. Zp no es. Como el pueblo apañol es antiespañol, zp deshace el país. Lo desbaratará hasta que, por fin, el líder más ridículo de la historia por serlo de un país ridículo, sea presidente de La Nada. Que, basta verle, es para lo que ha nacido.

También creo que este portento va a ser, a pesar suyo, el catalizador necesario para convertir a los apañoles en ciudadanos españoles, que ya es hora. Soy optimista.

Conclusión: No hay contradicción entre falta de personalidad y capacidad de liderazgo. Y menos cuando se gobierna sobre un colectivo indolente, el líder patológico también lo será.

Espero haber dibujado un semblante fidedigno de lo que es y no es nuestro presi. Entiendan la dificultad de hablar de un agua que no es agua, de una piedra que no es piedra… o de la personalidad de un despersonalizado.

El blog de Santiago González - El Mundo.es

¿Jubilarse a los 67?

¿Jubilarse a los 67?

Si de alguna cosa puede sentirse orgullosa la sociedad española es de cómo se ha gobernado política y socialmente la Seguridad Social. Con una voluntad de reforma permanente,de lluvia fina, pocas rupturas y con consenso.

El resultado, un sistema sólido y bien gestionado -con independencia de quien gobernara-. Para ello ha sido determinante el papel de los agentes sociales que, aunque con niveles de compromiso e implicación distintos, han contribuido a ello.

La Seguridad Social española está aguantando mejor que otros sistemas el impacto de la crisis y ha sorteado mejor la recesión que los sistemas privados de fondos de pensiones. A pesar de que, a finales del siglo pasado, algunos estudios muy publicitados vaticinaron la quiebra del sistema para el año 2005, hoy se dispone de un Fondo de Reserva de 60.000 millones de euros y es uno de los pocos presupuestos públicos que aún genera superávit, 8.000 millones de euros en 2009 y una previsión de 2.800 para 2010.

Sin dormirse en los laureles, deberíamos mantener la calma y no caer en la trampa de actuaciones de cara a la galería interna o externa. La propuesta del Gobierno de aplazar progresivamente la edad de jubilación a los 67 años ha acaparado la atención y preocupación de la ciudadanía. Ya habrá tiempo de analizar en profundidad los detalles, pero sorprende que se presente esta propuesta por quien conoce muy bien la Seguridad Social. Vaya por delante que la edad de jubilación real está situada hoy en 63,8 años de media, cuando hace muy poco estaba en 62,5. Ello significa que, de manera progresiva y natural, la edad de jubilación real se va alargando y aproximando a la legal de 65 años. Y que existe un margen importante para incrementar esta edad en más de un año sin acometer un cambio legal generalizado.

En el debate previo a cualquier decisión deberíamos tener presente tres planos: las razones de la propuesta, los impactos que tendría y si hay medidas alternativas para conseguir el mismo objetivo. Las razones esgrimidas, aumentar los ingresos -más años cotizando- y reducir los gastos -menos años cobrando-, mejoraría el equilibrio financiero futuro, en un contexto de aumento de la esperanza de vida. Pero se obvia que los ingresos de la Seguridad Social dependen, sobre todo, de la cantidad de cotizantes y de la calidad -importe- de las cotizaciones. En estos últimos años hemos vivido realidades contradictorias. De un lado, 8 millones de nuevos ocupados han mejorado mucho los ingresos, pero la precariedad en el empleo ha reducido el importe de las cotizaciones medias. El equilibrio financiero de la Seguridad Social depende de razones demográficas y legales, pero, sobre todo, de la cantidad y calidad del empleo. Y en este sentido la sociedad española vive atrapada en una permanente esquizofrenia. No se puede pretender al mismo tiempo hacer más contratos a tiempo parcial, competir con salarios bajos, parar el proceso de mejora del salario mínimo, hacer los ajustes de las empresas con jubilaciones anticipadas y en algunos casos prejubilaciones y que ello no suponga una bajada de ingresos para la Seguridad Social.

La propuesta rompe con la línea de estos últimos años, construida sobre un sistema muy flexible, que permite jubilarse anticipadamente con coeficiente reductor a los 61 -en algunos casos a los 60- y también ampliar la edad voluntariamente más allá de los 65, con beneficios para el trabajador y las empresas. Además, tendría efectos colaterales muy perversos al incrementar aún más la segmentación entre trabajadores. Los de algunas grandes empresas y sectores con regulación especial podrían continuar jubilándose o prejubilando a cargo de las empresas. Y el resto de trabajadores verían aplazada, aunque fuera progresivamente, la edad real de jubilación. Este impacto sería especialmente grave en términos personales en sectores con una especial dureza en el trabajo -construcción, limpieza-.

Existen medidas alternativas. En la vertiente de los ingresos, mejorar la calidad de las cotizaciones, ligada íntimamente a la calidad de los empleos y los salarios. Y en la vertiente de los gastos, continuar el proceso de aproximación de la edad real, 63,8 años, a la legal de 65. Para ello debería desincentivarse la prejubilación que aplican algunas empresas y que, además, tienen un impacto negativo en el empleo y simultáneamente mejorar los incentivos al aplazamiento voluntario de la edad de jubilación, más allá de los 65. También podrían estudiarse algunos ajustes en la figura de la jubilación a tiempo parcial con contrato de relevo.

Sin duda, lo más importante es no abandonar la senda de reformas permanentes, con sentido global y consenso social.

Joan Coscubiela. Profesor de Derecho del Trabajo de la Facultad de Derecho de Esade (URL) y ex secretario general de CCOO en Cataluña

CINCO DIAS

Gestionar eficazmente conciliación y flexibilidad

Gestionar eficazmente conciliación y flexibilidad

"Si de verdad nos creemos la conciliación y queremos evitar su depreciación, efectos perversos u otros males, debemos empezar a plantearnos medidas preventivas."

Josep Ginesta propone una toma de conciencia por parte de la alta dirección en cuanto al equilibrio entre la vida personal y la profesional, de manera que los esfuerzos no resulten en vano

Hace ya un tiempo que pude constatar que la flexibilidad laboral, la conciliación entre vida profesional y personal, puede llegar a tener efectos no deseados entre los y las que la utilizan, e indirectamente, entre las empresas que intentan instaurarla. No es banal lo que les digo, pues algunos de los efectos indeseados revierten no sólo en el efecto contrario al que se persigue, sino que conllevan graves consecuencias para las personas, para los equipos o para las organizaciones. Y les explico un par de casos. De la mayor a la menor.

Cómo se explica el alto índice de absentismo laboral en Suecia, uno de los países más saludables del mundo, y que afecta de forma muy severa a mujeres de mediana edad. Pues una de las causas que se atribuye a la incidencia en ese colectivo no es otra que el efecto perverso de una conciliación solitaria, que ha llevado a muchas de las mujeres de la generación bisagra a tener una doble jornada, la profesional y la doméstica, dado el absentismo familiar por parte del representante masculino. En ese contexto, afloran de forma recurrente patologías derivadas de esa sobrecarga. ¿Cuál fue el problema? Falta de políticas públicas y privadas de soporte o promoción de la corresponsabilidad paternal. Aprendamos de ese error. Seamos proactivos.

Otro ejemplo lo circunscribo a lo que ocurre en muchas empresas. Perfiles femeninos de mediana edad con dos o más hijos que presentan cuadros depresivos u otras patologías psicosociales después de un tiempo de conciliación activa. En este caso, que he conocido de primera mano, se atribuye la causa a una organización mal estructurada de la conciliación, que acaba afectando de forma importante a la carrera profesional o a la formación de quien concilia o, a veces, a su integración en equipos. En los escenarios más severos, a su verdadera estigmatización.

Y es que, señores, la conciliación no puede vivir sólo del reconocimiento del derecho. Éste es sólo el primer paso. Pero si de verdad nos creemos realmente la conciliación, la flexibilidad laboral, y queremos evitar su depreciación, efectos perversos u otros males, debemos empezar a plantearnos medidas preventivas. Hablaríamos de proactividad en tres dimensiones: organizativa, directiva y también individual. Y en tres momentos distintos; antes, durante y después de la conciliación.

Medidas organizativas como la sensibilización de los directivos y los consejos de administración, acerca del retorno de la inversión en esas políticas. Poder medir mediante indicadores que esas medidas ayudan a evitar rotación, como demuestran las estadísticas. Establecer sistemas de carreras profesionales flexibles, customización masiva de carreras flexibles para algunas organizaciones, como apunta la consultora Deloitte con su Mass Career Customization, adaptables a los momentos vitales de las personas. Sustituir las vacantes temporales que puedan quedar. Preparar planes de aterrizaje, mentoring y acompañamiento para los que se reincorporan. Permitir el acceso a la formación o acciones de equipo, para mantener su conocimiento sobre la vida de la empresa o sobre su negocio.

No es lo único. También se deben establecer protocolos de riesgos psicosociales y evaluación de los focos conflictivos en general. En el ámbito de la dirección, la concienciación y sensibilización de los responsables de equipos. La formación, la preparación para la gestión y dirección de personas con horarios flexibles, formando a directivos en parámetros del trabajo en el nuevo siglo. Dotar a la función directiva de sistemas de evaluación de la contribución y el desempeño, a partir de la eficiencia, no de la presencia, verdadero reto de la era del trabajo autoprogramado, son elementos que pueden ayudar mucho a mejorar la percepción.

Y en el plano individual, la formación, la ayuda, la autorización o monitorización de los procesos en los equipos y la capacidad de organizarlos de forma que las ausencias no sean percibidas como cargas, sino como oportunidades, también son de gran utilidad.

En definitiva, conviene lanzar un mensaje para aquellos que deciden o proponen sobre esta materia en las organizaciones. El siguiente paso, si alguien se cree esta cuestión, es la gestión proactiva de la conciliación y la flexibilidad, para que el resultado que se obtenga sea el realmente esperado. Lo peor que le puede pasar a aquel que pretende llevar a cabo prácticas responsables y socialmente sensibles es que obtenga un resultado contrario al esperado, se lo puedo asegurar.

Josep Ginesta. Director del área de personas de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC)

Factor Humà - Cinco Días

NUESTRO COMPROMISO: EL EMPLEO

NUESTRO COMPROMISO: EL EMPLEO

Carta de José María Martínez, Secretario General COMFIA-CCOO, dirigida a todos los afiliados y afiliadas.

Inicio el año 2010 con esta comunicación, lo que quiero que sea una manera de mantener un contacto periódico y directo sobre la actividad del sindicato.

Aprovecho la ocasión para que mis primeras palabras sean de deseos de prosperidad, salud y trabajo. No son palabras rituales, sino el ofrecimiento serio de toda la capacidad y fuerza del sindicato para lograr estos fines.

Compañeros y compañeras, me dirijo a vosotros en un momento especialmente difícil. El paro es la principal preocupación de la ciudadanía. Y sin lugar a dudas, la inmensa mayoría de vosotros, afiliadas y afiliados de Comfia, tiene una historia que contar en vuestro círculo más íntimo.

Lo hemos repetido muchas veces, los trabajadores no somos los culpables de la situación actual, pero como somos quienes la sufrimos, el sindicato sí quiere ser responsable en la búsqueda de las soluciones.

¿Cómo afrontamos este problema?

Para COMFIA-CCOO la mejor garantía de empleo no está en las declaraciones de un día o en la firma de un acuerdo concreto. Entendemos que la mejor defensa del empleo se establece en una línea avanzada, justo donde se discuten las estrategias empresariales.

De ahí que utilicemos nuestra fuerza y capacidad de negociación para que los proyectos empresariales sean compartidos, basados en la negociación, el diálogo y el consenso. Proyectos que no sólo tengan presente el punto de vista de los gestores y accionistas, sino que también contemplen los intereses de los demás participantes en la empresa: trabajadores, por supuesto, pero también clientes y proveedores.

En suma, garantizar la viabilidad de nuestras empresas, y con ella nuestro empleo y condiciones laborales.

Nos anticipamos a los cambios

Si algo nos caracteriza es tener una visión realista de las cosas. Llamamos a las cosas por su nombre. COMFIA-CCOO, contra lo políticamente correcto, tomamos los primeros indicios de la crisis que se avecinaba como riesgo cierto para el empleo. Así, entre 2007 y 2008, cerramos todos los convenios colectivos que pudimos, con la máxima duración posible. Acordamos los convenios de Banca, Ahorro, Cooperativas de Crédito, ETTs, Mediación y Contact Center en el 2007, y en el 2008 los de Seguros, Servicios de Prevención Ajenos, Ingenierías, Técnicos Tributarios y Planificación (TIC’s).

En paralelo, nos preocupamos por la evolución de los sectores productivos de nuestro ámbito. Uno de los factores que más influyen en el empleo, en un mundo globalizado, es la descentralización productiva. Por este motivo, en colaboración con la Fundación 1º de Mayo, realizamos un estudio sobre la deslocalización en Contact Center. Ello nos ayudó a establecer las políticas defensivas de actuación ante los despidos, con las que se han minimizado las pérdidas de empleo, así como las políticas proactivas en defensa del mismo, tales como la formación y la búsqueda de nuevas oportunidades de negocio.

Precisamente la defensa de la Profesionalidad, fue la clave de nuestro II Congreso en Canarias: el Desarrollo Personal Sostenible, la certificación de nuestra formación y la empleabilidad. La establecíamos como eje fundamental de la negociación colectiva. Pero no nos quedamos ahí, decidimos que, independientemente de su evolución, COMFIA-CCOO debía ofrecer a sus afiliados y afiliadas desarrollos formativos e itinerarios profesionales. Presentamos ofertas concretas para el sector de Consultoría (TIC’s) y Contact Center, y estamos ultimando propuestas para el Sector Financiero. Seguiremos trabajando en esta línea.

Apostamos por empresas viables

Partimos de un axioma, sin empresas viables no hay garantía para nuestro empleo y condiciones de trabajo. De ahí que no hayamos dudado en levantar nuestra voz para reclamar a los supervisores rigor, determinación y coordinación en la necesaria reestructuración del sector financiero, realizándola de forma ordenada y respetuosa con el empleo. Y, por eso, instamos a la utilización del Fondo de Reestructuración y Ordenación Bancaria (FROB).

Pero también vamos más allá. En nuestro III Congreso en Sevilla nos comprometimos a promover sinergias entre los diferentes sectores en los que actuamos. En consecuencia, apoyamos oportunidades de negocio que generan actividad para mantener y crear empleo. Así, en el sector de TIC’s apoyamos hacer reingeniería de procesos para atraer trabajo de Europa en los tratamientos del back-office financiero. También, en el terreno de la innovación, le hemos propuesto a AEC, la patronal de TIC’s, ofrecer un producto de gestión y globalización para las Pymes, que aproveche sinergias entre los sectores financiero, consultor, telecomunicaciones, formación y empleo. Hacer que las Pymes sean más eficientes, tengan un tamaño medio mayor y con visibilidad global, colaborará con el necesario cambio de modelo productivo; y con ello, cortar con el círculo vicioso de la precariedad laboral: temporalidad, bajos salarios y siniestralidad.

Defendemos el empleo

Desgraciadamente todas estas actuaciones no impiden el tener que enfrentarnos al drama del despido. En primer lugar, combatimos frontalmente las decisiones unilaterales en los despidos individuales. Nuestra actuación en Atos-Origin y Banesto son ilustrativas.

En segundo lugar, nos centramos en las medidas, no en como se llaman. Promovemos acuerdos de reestructuración minimizando la pérdida de empleo, con medidas de flexibilidad como la reducción de jornada (el ERE Allianz fue pionero de lo que hoy propone nuestra Confederación) o la adecuación del salario al mercado indemnizando por la diferencia (T-Systems). Defendemos las medidas no traumáticas y voluntarias: jubilación parcial, prejubilaciones, bajas incentivadas. Las negociaciones de las fusiones de las cajas catalanas o las andaluzas lo ilustran convenientemente.

Por último, en los EREs con causa económica mejoramos los mínimos legales de indemnización y ampliamos la capacidad de intervención del sindicato: derechos sindicales, seguimiento de la marcha de la compañía, etc. El ERE de Sittel, es un excelente ejemplo de esta actuación.

Concluyendo

No fue, por tanto, casualidad que en nuestro III Congreso centrásemos la discusión sindical en la importancia de la Responsabilidad Social Empresarial (RSE). Nuestra defensa de la viabilidad de las empresas supone un compromiso con la Sociedad, con el Empleo en general. Las empresas viables, rentables, solventes, deben de serlo para beneficio de los accionistas, pero también para cumplir con su función social, por ejemplo, en el caso del sector financiero: el crédito. Son útiles socialmente porque ofrecen servicios de calidad, y cuentan por tanto con un empleo de calidad y con derechos. Nuestra apuesta por el cambio del modelo productivo tiene mucho que ver con la defensa de la calidad en el empleo, y para ello la RSE es una excelente herramienta, aprovechémosla.

No quiero despedirme sin reiterarte mis palabras del comienzo. Trabajamos, con tu colaboración y participación, para que, en las circunstancias actuales, COMFIA-CCOO siga siendo tu garantía, tu red de protección, de apoyo mutuo, de seguridad y de empleabilidad. Como dice nuestro sindicato global, la UNI: nunca estarás solo.

José Mª Martínez López
Secretario General COMFIA-CCOO

España envidia el modelo alemán de reajuste laboral

España envidia el modelo alemán de reajuste laboral

El ’Kurzarbeit’ es una forma de mantener el empleo sin perjudicar la productividad | En la inmensa planta de Hamburgo, los 10.000 trabajadores tienen bolsa de horas.

España quiere aprender de Alemania en esta crisis. Y la adopción del modelo de flexibilidad interna alemana ha demostrado ser un buen colchón para tiempos de crisis. El Kurzarbeit alemán –reducciones de jornada laboral parcialmente subvencionadas por el Estado– es un método útil para evitar que el desempleo se extienda desde el masacrado segmento de los trabajadores temporales hasta los sectores más productivos de la economía española, como en las plantas del automóvil, prolongando con ello la recesión.

Pero estas medidas de oferta –supply side– no dejan de ser un parche para atajar la situación. A medio plazo, la clave para la recuperación en la zona euro y en España en concreto tiene que ver con la demanda. Y, en este sentido, Alemania puede aprender algo de España. Concretamente, que no es pecado expandir la demanda interna de manera agresiva y generar un déficit comercial.

El modelo del Kurzarbeit "es una buena forma de mantener el empleo sin perjudicar la productividad", afirma el economista alemana Alfred Kleinnecht. "Para España, en estos momentos es mejor reducir costes laborales mediante la reducción de la jornada laboral que la desregulación del mercado de trabajo", dice. Si en España la situación presupuestaria no aguanta, "habría que negociar con los sindicatos recortes de salarios provisionales mediante más tiempo libre", cuenta Kleinnecht.

El sistema de flexibilidad interna tiene varias ventajas frente al sistema de flexibilidad externa –es decir, baja protección del empleo, lo que permite despidos masivos–, el habitual en las economías anglosajonas, según plantea Kleinnecht. A largo plazo, si se opta por la desregulación y la fragmentación de los convenios colectivos para reducir los salarios en la economía pero manteniendo o elevando las horas de trabajo, "acabas creando puestos de trabajo de bajo coste y menos productividad", dice Kleinnecht.

Según su investigación, es precisamente lo que ha ocurrido en Italia y en Holanda, donde "las empresas más innovadoras pagan salarios más altos y se ven perjudicadas frente a la competencia cuando se permite bajos salarios". En Alemania la productividad , tras caer este año, se recuperará rápidamente, dice.

Hay métodos de flexibilidad interna que no requieren de las subvenciones públicas. En la gigantesca planta de Airbus en Hamburgo, por ejemplo, donde trabajan 10.000 personas, se han creado cuentas de horas de trabajo para ajustar el volumen de empleo al volátil ciclo de la industria aeronáutica.

En fases de producción intensiva y jornadas laborales de doce o quince horas, el trabajador ingresa horas en la cuenta; en momentos de baja, esto aumenta sus horas de ocio. Gracias a ello, Airbus "cuenta con herramientas flexibles para evitar despidos y simultáneamente lograr sus objetivos de producción", explica Thomas Kieselbach, del Instituto de Psicología y Trabajo, en Bremen. Es un sistema que, en realidad, incentiva el ahorro en tiempos de auge. Se empiezan ya a crear esas cuentas en otros sectores altamente cíclicos como la construcción.

Muchos economistas españoles y el Banco de España –admiradores aún del modelo de desregulación laboral anglosajón pese a la debacle de su gemelo, el modelo de desregulación financiera– han advertido que el Kurzarbeit no ayudará a la reestructuración del empleo en España desde sectores de baja productividad a sectores de elevada productividad. Y es cierto. Ese no es su objetivo. "No es un mecanismo de reestructuración, sino que evita la pérdida de trabajadores cualificados hasta que se supera el momento bajo del ciclo", afirma Karl Brenke, del DIW, en Berlín. La flexibilidad interna, en realidad, evita que un ciclo provisional bajista suponga asumir los costes de una reestructuración innecesaria.

Hasta ayuda a suavizar ese ciclo al crear un colchón para la demanda en tiempos de crisis. Es precisamente lo que ha ocurrido en Alemania, donde "el consumo no se ha visto afectado por la recesión –el PIB se ha desplomado un 5%– y el colapso de las exportaciones", dice Brenke. El paro apenas ha subido en Alemania.

Pero, mientras las reformas en el mercado de trabajo y los recortes salariales provisionales pueden mitigar la crisis cíclica del empleo, el verdadero problema en España –y en Europa– es la demanda. "España está sufriendo un colapso masivo de la demanda agregada que no tiene nada que ver con el mercado de trabajo, sino con la crisis de la vivienda y el paro", dice John Schmitt, economista responsable de análisis laboral del instituto keynesiano Center for Economic Policy, en Washington. Y lo último que se debe hacer para regenerar la demanda agregada en la eurozona es una sucesión de recortes salariales competitivos.

LA VANGUARDIA