Que el Señor nos pille confesados...
La sentencia más clara de lo que cabe esperar de esta remodelación del Gobierno de Zapatero la hizo la Vicepresidenta, María Teresa Fernández de la Vega, al finalizar el Consejo de Ministros: "No se trata de un cambio de rumbo, sino de un cambio de ritmo". Pues que el Señor nos pille confesados... Y es que no sé si es más desolador contemplar a los que llegan o tomar conciencia de los que se quedan. Parece bastante inútil repasar a estas alturas (en sólo unos días ya están bastante quemados) el currículum político de los que llegan; pero alguna cosa sí que quiero añadir a los comentarios que en esta semana han merecido los meritorios del "Gobierno de pasión", como dice un amigo mío. Empezaré por la Vicepresidenta para Asuntos Económicos, Elena Salgado. Yo creo que su nombramiento es un regalo póstumo que el Presidente Rodríguez Zapatero le ha querido hacer a su Vicepresidente cesante, Pedro Solbes. Sólo desde esa perspectiva se puede entender que haya nombrado a Elena Salgado-- que ya formaba parte del Gobierno y por tanto era partícipe de las políticas que se venían haciendo-- su sustituta. Porque les aseguro que más bien pronto que tarde le vamos a echar mucho en falta. Sí, lo digo en serio; de Solbes se puede afirmar con toda razón que no ha estado a la altura; que no se ha sabido enfrentar a la situación de crisis económica y financiera y que, sobre todo, no se ha sabido enfrentar a los "caprichos" del Presidente, tales como los cuatrocientos euros o el cheque bebé. O el plan de obras municipales, que no deja de ser un auténtico dispendio en un país cuyo elemento diferencial con los de nuestro entorno es nuestra capacidad para destruir empleo; un plan de peonadas al más viejo estilo que no tiene otra pretensión que frenar temporalmente el descontento social (que le dejen la fiesta en paz) pero que mantiene la precariedad en el empleo y no aporta ningún tipo de solución de futuro. Esta Vicepresidenta que ha sido la encargada de gestionar el dispendio de los ocho mil millones de euros, de repartir las dádivas, de colocar los carteles-anuncio del Gobierno, es la que se va a encargar de sacar a España de la crisis económica; esta Ministra que dejó no natas leyes como la de Gobierno y la Financiación Local o el Estatuto del Trabajador Público, será la encargada de ponerle otro ritmo a nuestra política económica; porque esta es la única novedad, según la propia María Teresa Fernández de la Vega: que van a hacer lo mismo pero más rápido. Pues qué duro nos lo ponen. Porque si haciéndolo "despacio", a ritmo de Solbes, hemos caído hasta el fondo de este pozo; si haciéndolo despacio duplicamos el desempleo de la UE; si haciéndolo despacio hemos entrado en recesión; si haciéndolo despacio hemos llegado a tener más de un millón de parados que ya no cobran ningún tipo de subsidio, ¿qué podemos esperar de todo un conjunto de Ministros moviéndose a toda velocidad en la dirección equivocada? (Recuerden ella lo dijo: "No se trata de cambiar el rumbo, sino el ritmo". Para compensar la hiperactividad de la nueva Vicepresidenta llega el nuevo Vicepresidente, Manuel Chaves. Este es más bien modelo Solbes, pero sin su prestigio intelectual, ausencia que compensa con ser el mandamás del aparato del partido socialista. Chaves llega cansado; y se le nota. Son muchos años de Presidente en una Comunidad a la que no quería ir; recuerden que le mandó González-- a la fuerza--, para quitarle del Ministerio de Trabajo que había ocupado en su Gabinete. Y que como Presidente andaluz ha conseguido instaurar todo un régimen, con más del veinte por ciento de parados que le siguen votando, errre que erre. Chaves llega --acompañado de Zarrías, toda una imagen del cambio que representa Zapatero-- para "recomponer las relaciones con las Autonomías". Otra vez es momento de pedir que el señor nos pille confesados. Porque si hasta ahora era evidente que Zapatero se había conformado con que el Gobierno fuera un mero coordinador de las Comunidades Autónomas --por mucho que se irrite cada vez que se lo recuerdo en el Congreso de los Diputados-- ahora ha decidido nombrar un Vicepresidente para institucionalizarlo. Hay otros cambios en los que, por desconcertantes --como la presidenta de los del cine, devenida en Ministra--, o por esperados --José Blanco o Trinidad Jiménez--, o por "compensatorios"-- Ángel Gabilondo, alias la cuatro/la sexta-- casi no merece la pena pararnos. Lo que importa es la fotografía al completo: el qué y el para qué de este cambio de gobierno. El qué es la improvisación y la huída hacia adelante; más lo primero que lo segundo, que le ha salido por precipitado, por frívolo y por esa sensación de impunidad y baraka personal que de la que se siente imbuido nuestro Presidente. El para qué, o sea, por qué con estos mimbres esta crisis, es más sencillo aún: se trata de llevar al Gobierno al aparato del PSOE para que si las cosas se ponen feas --más aún-- caigan todos juntos. Política de tierra quemada, se le llama a eso; y es lo que es. El Presidente es consciente de que esta situación puede acabar fatal; y se blinda con "los suyos". Que en el Gobierno esté todos, los de ahora y los de antes; los de la nueva vía y lo de la vieja guardia. Si no hay recambio, nadie chistará en el Comité Federal. es pues una crisis hacia dentro, pensando en su partido y no en los ciudadanos; pensando en sus aparatos regionales, y no en sus bases; una crisis en la que lo que le ha importado es asegurarse que no haya nadie fuera capaz de ser el relevo. Se ha dicho que es un Gobierno en el que sólo falta Felipe González; pero no es cierto: Felipe está representado directamente por Manuel Chaves. El único que verdaderamente falta es Alfonso Guerra. Pero quizá lo haya dejado para la siguiente crisis...
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