¡Cuánto talento perdido!
Preocupación por el alto número de mujeres que abandonan la carrera científica. Los privilegios que persisten a favor de los hombres en la sociedad son el gran obstáculo.
Una sociedad que desperdicia el 50% de su talento no puede llegar muy lejos. Pero es lo que nos está pasando. Hay muchas jóvenes investigadoras que acaban abandonando la carrera científica", advierte Joan J. Guinovart, presidente de la Confederación de Sociedades Científicas de España, maestro de científicos - entre sus discípulos destaca el investigador del cáncer Joan Massagué-y padre de una investigadora que lucha contra la malaria.
El último informe de la Unión Europea sobre igualdad de sexos en ciencia certifica que en España el número de hombres y mujeres que inician la carrera científica es similar: hay un 51% de mujeres y un 49% de hombres entre quienes completan el doctorado. Pero después, a medida que la carrera investigadora avanza, se abre el abismo: entre directores de grupo de investigación, los hombres suben al 82% y las mujeres bajan al 18%.
El problema no afecta únicamente a España. En el conjunto de la Unión Europea, hay un 46% de mujeres entre quienes completan el doctorado, y un 15%, en la dirección de grupos de investigación. "Si Europa quiere convertirse en una potencia científica de primera magnitud, debe aprovechar mejor a las mujeres investigadoras", ha advertido Janez Potocnik, comisario europeo de investigación. "Si no creamos un sistema más justo, dejamos fuera un gran capital de talento que no podemos permitirnos perder".
Los expertos consultados para este reportaje - tres mujeres y cuatro hombres que dirigen grupos o institutos de investigación-coinciden en cuáles son las causas del problema. La primera es que "la ciencia de alto nivel es una actividad muy exigente, en la que uno compite con investigadores de todo el mundo, y requiere una dedicación espectacular", explica Lluís Torner, director del Institut de Ciències Fotòniques. Hasta aquí no tendría por qué haber ninguna diferencia entre hombres y mujeres, que están igualmente capacitados para hacer ciencia competitiva.
Pero a eso se añade que "la etapa en que se decide la carrera científica, la que requiere una mayor dedicación, es entre 30 y 40 años y suele coincidir con la edad de la maternidad", añade Miguel Beato, director del Centre de Regulació Genòmica (CRG).
A esta coincidencia, la bióloga Margarita Salas, que tuvo una hija a los 37 años, la llama "un pequeño handicap". ¿Pequeño? "Sí, porque es cierto que hay un momento en que una mujer científica debe sacrificar un tiempo de su carrera si quiere ser madre, pero esto tiempo no tiene por qué ser excesivamente largo".
El gran handicap viene después, cuando la pareja que no tenía hijos debe reorganizar su vida familiar con un bebé. "Está admitido que los hombres podemos llegar tarde a casa si queremos ser competitivos en el trabajo, y en cambio para las mujeres eso no está reconocido, especialmente cuando hay hijos pequeños en casa", observa Lluís Torner.
"Este es el principal problema", coincide Joan J. Guinovart. "No tiene que ver con cómo está organizada la ciencia, sino con la suma de privilegios que se mantienen a favor de los hombres en la sociedad actual".
Desde la ciencia se intentan aportar soluciones. Por ejemplo, es habitual que, cuando una investigadora recibe financiación para un proyecto científico y debe presentar resultados unos años más tarde, se le permita una prórroga si ha tenido una baja maternal a lo largo del proyecto.
En el Parc de Recerca Biomèdica de Barcelona - el edificio en el que se encuentran el CRG y otros centros de investigación-,Miguel Beato aspira a "montar una guardería para que las investigadoras con hijos pequeños lo tengan más fácil".
En el otro extremo de Barcelona, en el Institut de Recerca Biomèdica que dirige Joan J. Guinovart, se contrata a personal adicional para descargar de la parte más rutinaria del trabajo a las directoras de grupos de investigación con hijos.
"Otra medida que también podría ser útil es ir a buscar a las buenas investigadoras y ofrecerles trabajos atractivos, en lugar de esperar a que se presenten como hacemos ahora. Porque a menudo no se presentan y acaban abandonando la carrera científica", señala Jaume Bertranpetit, director de la Fundació Icrea.
Pero las soluciones que se pueden aportar desde la ciencia no bastarán para resolver el problema, ya que las causas principales se derivan de cómo está organizada la sociedad. La investigadora del cáncer María Blasco destaca que "hace falta mucha ayuda doméstica, lo que requiere salarios suficientemente altos para pagarla, pero hay poco o ningún apoyo para que las mujeres puedan dirigir grupos de investigación".
Hace falta también un cambio de mentalidad tanto por parte de hombres como de mujeres. De hombres, porque "para dirigir un grupo de investigación es básico tener el apoyo de tu pareja", destaca la bióloga vegetal María Lois. Llama la atención que las parejas de María Lois y María Blasco son también investigadores que comprenden las exigencias de este tipo de trabajo, como lo era el marido de Margarita Salas.
Por parte de las mujeres, porque "tal vez tenemos más tendencia a sacrificar nuestra carrera por la de nuestras parejas que al revés", observa María Lois. Y porque aún hay pocas mujeres en cargos altos de la ciencia que sean modelos para investigadoras más jóvenes. Falta lo que María Blasco llama "el yes, we can de las mujeres científicas".
JOSEP CORBELLA
La Vanguardia
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