No quieren trabajadores, quieren esclavos
La reciente reforma de la Constitución para incorporar un techo al endeudamiento del Estado ha hecho pasar sin apenas repercusión el último recorte del Gobierno a los derechos de los trabajadores. Me refiero a la supresión del límite al encadenamiento de contratos temporales y al nuevo contrato de formación y aprendizaje para jóvenes desempleados.
La crisis económica que arrastramos desde 2008 ha generado casi cinco millones de parados; gente que queriendo trabajar no puede y carece de recursos para vivir. Una situación especialmente grave en nuestros jóvenes, la mitad de ellos en el desempleo pese a su excelente cualificación. Los empresarios (que antes que crear riqueza para el país la crean para ellos, no lo olvidemos) se aprovechan y reclaman más y más facilidades para contratar (lo llaman flexibilidad del mercado laboral), que traducido al lenguaje de la calle quiere decir que hay que recortar derechos a los trabajadores para, por ejemplo, que sea más fácil y barato despedir.
Este Gobierno no es que les haya hecho caso, es que ha hecho de palmero y ha llevado a cabo el mayor recorte de derechos laborales de nuestra democracia (derechos que ni cayeron del cielo ni nos regalaron; se consiguieron con años de lucha), y ni aún así se crea empleo. Verán, el pasado mes de agosto se registraron 1.161.303 contratos, de los que 995.185 (93,77%) fueron temporales y 66.113 (6,23%) indefinidos. Un ejemplo de precariedad. Me irrita escuchar a políticos y economistas decir que ha disminuido el gasto de las familias y que eso dificulta el despegue de la actividad económica. ¿Y qué quieren? La gente no tiene trabajo, muchos de los que lo tienen es temporal, y quien es trabajador indefinido vive en la inseguridad de si podrá mantenerlo. ¿Les extraña que la gente no gaste por lo que pueda pasar?
El Gobierno asegura que las dos medidas aprobadas de las que les he hablado en las primeras líneas de esta columna van a generar empleo. Lo dudo, pero es que el empleo que puede generar es de tan pésima calidad que no puede considerarse tal. Hasta ahora, un trabajador temporal pasaba a fijo al cabo de dos años contratado por la misma empresa. Desde ahora, ya no tendrá esa limitación. El ministro de Trabajo dice que han tenido que tomar esa decisión porque poner límites a la temporalidad no fomenta la contratación indefinida sino el desempleo. El reconocimiento de algo que han negado durante años, que cuando un trabajador agota los dos años como temporal la empresa lo despide sin más y contrata a otro. Una fórmula perfecta para tener trabajadores sumisos, dispuestos a aceptar las condiciones que les impongan con tal de hacerse merecedor de tener un trabajo estable algún día.
El temporal despedido se va al paro (gasto para la Administración) y es sustituido por otro temporal que cuando cumpla el mismo plazo seguirá el mismo camino, en una rotación permanente. En consecuencia, dos trabajadores jodidos por la incertidumbre de su futuro, la constatación de que a la empresa le da lo mismo su esfuerzo, y encadenamiento de parados. Con la reforma, el empresario no tendrá necesidad de despedir a sus temporales de crianza (24 meses) y podrá agravar la sensación de inseguridad de sus curritos con más temporalidad. El Estado, por su parte, se ahorrará una pasta en desempleo –me parece que éste y no otro es el objetivo de la reforma- porque la rotación de dos parados genera más gasto que un único parado de larga duración, al que se le acaba la prestación a los 24 meses, si es que antes ha cotizado durante 6 años.
La segunda medida, el nuevo contrato para la formación y el aprendizaje para jóvenes desempleados, supone que nuestros hijos pueden ser becarios hasta los 30 años; una edad a la que deberían tener estabilidad laboral para poder diseñar un proyecto de vida. Además, las empresas que se acojan a este contrato quedarán exentas de pagar el 100% de las cuotas a la Seguridad Social, que el Estado deja de ingresar. Con estas nuevas facilidades para los "creadores" de empleo les voy a diseñar el futuro laboral de nuestros jóvenes: contrato de formación hasta los 30 años; a continuación contrato temporal hasta que me lo permitan, y cuando se acabe éste, a la puta calle. Y vuelta a empezar con el siguiente.
Dice el ministro y portavoz del Gobierno, José Blanco, que este contrato “ofrece un presente y un futuro” a nuestros jóvenes. Lo que calla es que ese futuro no es el de un trabajador, sino el de un esclavo.
Carlos Fonseca para El Confidencial
0 comentarios