Cuando las madres cuentan a sus niños, me han echado del trabajo
Lo que les voy a contar lo habrán vivido ustedes alguna vez, más o menos, pero merece la pena pensarlo en varios aspectos. Seis jóvenes trabajadoras son despedidas, y pasan al paro, después de tres años de contratos temporales. Si siguen, la ley exige un contrato indefinido y la empresa no lo quiere. Fin de la relación y ya te llamaremos en seis meses, si hay trabajo. Otras seis personas comienzan a trabajar en sus puestos mediante nuevos contratos temporales. Algo es algo.
Empecemos por el aspecto más empresarial. Se sustituye la destreza y cualificación de unas personas con tres años en el puesto, por otras que tienen que aprenderlo todo. La productividad de la empresa retrocede y la implicación de las personas va a ser mínima. Total, ¿para qué?
El aspecto laboral nos hace pensar en cómo es posible que la ley permita esto. Yo te echo y, para lo mismo, contrato a otra persona que me salga más barata, y así otros tres años de precariedad. La razón que se da es clara: "es mi propiedad". No estoy de acuerdo. Es tu propiedad, pero es nuestra sociedad. A lo mejor en esas condiciones, no nos interesa tu aportación. Hay una sacralización absoluta de la propiedad. No estoy contra ella. La estimo, la tengo y la cuido. Pero no es un derecho absoluto. El capital debe saberlo. ¿Quién se lo dirá y lo doblegará? Por su parte, pregunto a quienes defienden a los trabajadores, ¿no es posible alguna modalidad de contrato entre la temporalidad más extrema y el fijo, sobre todo, cuando el trabajador es joven?
El aspecto político también cuenta. Decir que los cuatro millones y medio de parados lo son de Zapatero, es una maldad. Que el Estado, en todas sus instancias, se está gastando muchísimo dinero, con una deuda increíble, y con resultados malos en creación de empleo, esto es cierto. Podía haber elegido gastar menos y facilitar más la inversión privada para que ésta cree empleo. Es cierto. La pregunta es con qué atención a esos cuatro millones de parados mientras salimos de ésta. Porque la cuestión es si salimos cuanto antes, lo pague quien lo pague, o si salimos más despacio, gastando mucho en medidas sociales y poco en inversión productiva. Es un dilema cruel. Yo estoy por ir más despacio y con los más posibles. Pero es caro, se pierde la paciencia y a lo mejor llegamos tarde y mal.
El aspecto humano cuenta como el que más. En el caso que les cuento, conversaba yo con una de estas mujeres, madre de dos niñas de ocho y cinco años, las cuales vi que estaban perfectamente al tanto de la situación. La mayor, dijo, "y ¿por qué la echan?"; la pequeña decía, "no la echan; sólo es un poco de tiempo". "La echan", decía la mayor. Y, me decía, "¿por qué?". Le expliqué a mi manera cómo está la vida y por qué la echan. Y me hice varias preguntas. Se debe hablar de esto con los niños. Sí, por qué no. ¿Debemos cuidar que no se angustien? Sí, desde luego. ¿Lo pueden entender? En parte, sí, y desde luego es su primer descubrimiento de que las clases sociales, "haberlas, haylas", y que aquí no todos nacemos con iguales oportunidades, ni mucho menos, y que el vestido de unos niños y otros tiene una explicación. Y que hay que pelear para vivir. Terminamos la conversación diciéndoles las soluciones que teníamos entre toda la familia para luchar y vivir. Creyeron que eran ricas, sacaron un juego y nos reímos juntos.
Y por fin, el aspecto político en clave de gasto corriente. La administración tiene que gastar mucho en clave social, lo entendemos y compartimos. Pero en gasto corriente, es decir, para su propio funcionamiento, tiene que ahorrar. Yo lo tengo claro. Todo incremento salarial en la administración pública en plena crisis, entre los funcionarios con contrato fijo y sueldo neto de más de dos mil euros, es una injusticia más del sistema. El gasto en lujo y ostentación, el gasto por burocracias multiplicadas por cuatro, el gasto de grupos de poder en el ámbito público, es una injusticia mayor; hoy más si cabe que ayer. Si la administración es muy cara, no toda ella nos conviene, y habrá que responder a la pregunta de quién sirve a quién. Yo estoy muy dolido con la administración pública, porque los veo como propietarios de lo común.
Por supuesto, el gran capital es el primer responsable, el capital megaespeculativo de los que no aportan nada a la sociedad, mientras ellos viven en la estratosfera del dinero, ése es el gran responsable; pero si nosotros no tocamos y ponemos en común lo que está ya a nuestro alcance, mal vamos a tocar a otros. Un conocido broker, antes deportista de élite, declara hoy en los medios del grupo Vocento, que todos podemos aprender a ser ricos. Es posible; lo que no dice es cómo y si esa riqueza es riqueza o especulación inútil. Claro, si dejamos de lado las principales preguntas, todo encaja en nuestra mente. Sólo era esto. La anécdota de hoy.
José Ignacio Calleja Sáenz de Navarrete
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