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La UE gasta más dinero por vaca que en cada joven desempleado

La UE gasta más dinero por vaca que en cada joven desempleado

Cualquiera que analice por primera vez las conclusiones de una cumbre europea pensará que, entre toda esa farragosa verborrea burocrática, se esconde el esfuerzo definitivo contra los males de la crisis.

No sólo por la decidida toma de postura del llamado Consejo Europeo, sino también porque los que la firman son nada menos que los líderes de la UE. Por ello, buenas noticias para los más de siete millones de jóvenes parados europeos, 945.000 en nuestro país en 2012, porque los Merkel, Hollande, Cameron o Rajoy prometieron en el sanedrín celebrado la semana pasada que “la UE movilizará todos los instrumentos disponibles para apoyar el empleo juvenil”.

Con un presupuesto de casi un billón de euros para los próximos siete años (2014-2020), y casi 55.000 millones sin gastar del periodo anterior, uno imagina que, cuando Europa compromete “todos los instrumentos”, no hay montaña lo suficientemente alta ni valle lo suficientemente profundo.

Pero poco tarda uno en darse cuenta de que las conclusiones de una cumbre no son motivo para descorchar el champán. Primero porque, como queda claro unas líneas más abajo, esa totalidad de recursos se reduce a una lista de promesas por detallar y otras encajadas después de costosas negociaciones, como los 6.000 millones que se han prometido adelantar a 2014 y 2015 para luchar contra el paro juvenil. Una cantidad bien generosa, pensará uno mirando su cuenta, pero no tanto cuando se reparte entre 28 países en siete años. España se llevará 1.900 millones, o lo que es lo mismo, menos de 2.000 euros por joven parado, lo que obligará al Gobierno a obrar el milagro de los panes y los peces.

Una cifra que no parece tan abultada cuando se comprara con los miles de millones de euros que ha gastado la UE en sus bancos (concretar la factura puede dar dolores de cabeza), o se piensa que Europa gasta hoy diez veces más en sus vacas (12,7 euros de media) que en sus jóvenes (1,26 euros), según datos de Eurostat. Más aún cuando uno recuerda que, para financiar apropiadamente la Garantía Juvenil, la medida estrella pilotada desde Bruselas, la Organización Internacional de Trabajo estima que se necesitarían 21.000 millones de euros.

El optimismo sigue desinflándose cuando se hace recuento de la pila de cumbres de fogueo dedicadas al empleo juvenil, que ya arrancaron en enero de 2012, o las iniciativas dedicadas al tema que cogen polvo en la nube comunitaria, como la infrasubvencionada Iniciativa de Oportunidades para la Juventud; o EURES, la red para la movilidad de los que buscan un empleo en Europa.

Suspenso en todos los test de credibilidad

Y, sobre todo, cuando echa la mirada atrás, uno se da cuenta de que la UE ha suspendido todos los test de credibilidad que ha encarado en el último año y medio, retrasando, aguando, o incluso arrinconando propuestas anunciadas a bombo y platillo de madrugada por los jerarcas europeos, como la unión bancaria o el Pacto por el Crecimiento, como reconoció el propio presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz.

¿Quiere decir eso que la cornucopia europea se quedará en palabras, palabras y más palabras? Probablemente algo llegará del maná europeo, pero la cascada de dinero no será suficiente para un problema que tiene tantos orígenes como propuestas de solución. Porque, como sucede con el futbol y los aficionados, o las obras y los pensionistas, no hay nada que atraiga más a los analistas que un problema complejo para ofrecer su bala de plata.

La OCDE apuesta a corto plazo por políticas activas de empleo, y más asistencia y apoyo en la búsqueda de empleo para jóvenes con dificultades, pero también pide a largo plazo encarar el elevado porcentaje de abandono escolar. El laboratorio de ideas Bruegel, referencia en la burbuja de la UE, descarta directamente medidas dedicadas al empleo juvenil porque “desgraciadamente, es improbable que tuvieran mucha diferencia en el problema” y pide crecimiento, crecimiento y más crecimiento. Por su parte, la Comisión Europea mantiene su letanía de flexibilizar el mercado laboral para terminar con la dualidad de los insiders y outsiders. Y, por último, los jóvenes europeos han exigido desde hace tiempo la Garantía Juvenil.

Tras la buena experiencia de esta garantía en países como Austria o Finlandia, el Foro para Juventud Europea envió una carta a Van Rompuy ya en enero de 2012 para solicitar un colchón de dinero público, con el que se persigue el ambicioso objetivo de que cualquier joven no tarde más de cuatro meses tras terminar los estudios en tener unas prácticas, un trabajo o estudios suplementarios.

Los líderes han necesitado un año y medio, y dos millones y medio más de parados menores de 25 años, para tomarse en serio el riesgo de una generación perdida, y comprar esta garantía. Eso sí, “no estamos bajo ninguna ilusión. El problema no se solucionará de la noche a la mañana”, dijo intentando aligerar algo más la presión el tejedor de las cumbres, Herman Van Rompuy. Porque, como se ha visto a lo largo de la crisis, la presión no es bien digerida por el estómago de la Vieja Europa, aunque lo que tenga en sus manos sea su materia prima más importante, su futuro capital humano.

El Confidencial

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