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Políticos degenerando

Políticos degenerando

"La Navidad ha traído una encuesta alarmante para rematar el belén de esta temporada infame"

EL FIN de año trae por costumbre un anticipo informativo, un ajuste de audífonos para oír con claridad la psicofonía prematura de 2010, a donde nadie quiere cruzar. Una vez desmontada la riqueza ficticia de los ciclos perdidos, sólo queda un rumor de cosechas e imperios quemados. El festival renco de los últimos 12 meses ha despertado nuevas realidades, renovadas supersticiones. Entre ellas, el yuyu a los políticos. Lo airea el CIS en una encuesta: los partidos son la tercera preocupación de los españoles, tras el paro y la economía. Aunque el CIS no dice la otra parte del asunto: que la desconfianza es mutua. Ellos miran con recelo al censo, como legionarios apócrifos. No están a la altura de su derrota.

Cuando un país asume la política como turbia ingeniería y el discurso del Rey sólo se legitima si supera a House en share, es que la sociedad empieza a bostezar como un mastín. Hay un hartazgo en el jaulón de la calle. Y esto sucede cuando todo degenera hasta una democracia de medidas cautelares. El PP y el PSOE se nutren de su propia agonía. Zapatero y Rajoy existen por los errores del contrario y se alimentan de informes secretos donde les anuncian sus respectivas exequias. Tienen de albaceas a palmeros y empeñistas. Han cambiado el pensamiento armónico de los debates por el candado de partido, el cierre de filas, la hormigonera ideológica donde las palabras llevan más sonido que sentido. Y al final lo que nos queda, más que una casta política, es una recua de gendarmes que se vigilan mutuamente mientras sustituyen las ideas por el saldo de las cuentas, que además tampoco les salen. Es justo y necesario que la peña desconfíe.

La Navidad ha traído una encuesta alarmante para rematar el belén de esta temporada infame. Lo que ahí se dice es el dorremifasol de las clases medias, el villancico de esa factoría humana que es la que en definitiva pone a rodar las cosas frente a la frondosa corrupción en los alerones del PP, el gansterismo virtual y la decapitación de los inocentes, que somos los de siempre. Todo aquello que marida a la vez con esa izquierda gubernamental que no es en verdad la buena aunque se lo apunte todo, incluso los chivatazos kamikazes que envilecen la batalla contra el terrorismo, como descubre este periódico.

Dice Kafka que «a partir de cierto punto no hay retorno y ése es el punto que hay que alcanzar». Yo creo que andamos muy cerca: entre el barroquismo de la desgana y el lagartijeo de la sospecha. Entre una encuesta envenenada y la estampa de un Papa hostiado (por amor) bajo la cúpula de San Pedro... Y entretanto, el viernes nos vamos de jefes a Europa a volar la cometa.

Antonio Lucas, El Mundo

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