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Que el gasto público sea una inversión

Que el gasto público sea una inversión

La gran duda es si esa enorme cantidad de recursos se está aplicando bien para atajar la crisis y dará sus frutos. Es decir, si el gasto público es además una inversión, o se quedará en un simple reparto a fondo perdido sin contraprestación productiva.

El déficit el Estado se disparó de enero a julio hasta 50.000 millones en términos de contabilidad nacional, el 4,69% del PIB y cinco veces más que el mismo periodo del año anterior. Según del Ministerio de Economía y Hacienda, el Estado ingresó hasta julio 57.952 millones de euros, la mitad de los 107.639 millones que gastó. En términos de caja -computa cuando se realizan los pagos e ingresos y no cuando se comprometen, como hace la contabilidad nacional-, el déficit del Estado llegó a 51.000 millones, también cinco veces más. No son buenas noticias, y menos al considerar la extraordinaria vocación deficitaria de las demás Administraciones.

La crisis y la drástica caída de recaudación fiscal que lleva de la mano son el argumento que explica estos preocupantes datos. Pero también se deben a las medidas que el Gobierno está habilitando para intentar paliar el impacto de la propia crisis. Estas actuaciones, desde recortes de impuestos a medidas de fomento de empleo e inversión o aumento de las prestaciones por paro, ascienden ya a más de 25.000 millones. La gran duda es si esa enorme cantidad de recursos se está aplicando bien para atajar la crisis y dará sus frutos. Es decir, si el gasto público es además una inversión, o se quedará en un simple reparto a fondo perdido sin contraprestación productiva. Por ahora, todo indica que demasiadas decisiones de gasto están yendo en la línea de simples subvenciones. Usar o no la chequera pública es un dilema que implica riesgos, y el límite de gasto público está tocando fondo. Cierto es que la amenaza de superar los cuatro millones de parados debe pesar a la hora de decidir sobre nuevas medidas, pero siempre que éstas garanticen su eficacia. Lo contrario sería un grave error.

La dureza de la crisis también se manifiesta en la fortísima caída del superávit de la Seguridad Social: perdió un tercio hasta julio. Claro que mientras los pagos se disparan un 7,2%, los ingresos han crecido. Lo han hecho un escuálido 0,03%, pero lo hacen por primera vez en el año.

Ese pequeño incremento de los ingresos es el único rayo de luz en todos estos datos. Sin embargo, los planes del Ejecutivo hacen dudar de que haya decidido moderar el gasto, a pesar de que el presidente recuerde que España mantiene su compromiso con el Pacto de Estabilidad, que obliga a reducir el déficit público al 3% en 2012. Con el déficit presupuestario encaminándose hacia ese 10% del PIB, el Gobierno necesita detener el recorte de los ingresos fiscales, si quiere conservar la confianza de los mercados de deuda. Eso va a obligar a medidas más completas que subir impuestos.

Otros rayos de luz en la economía, como la recuperación de las compras de coches por particulares -impulsada por importantes ayudas a la compra- o la vuelta del dinero a los fondos de inversión, deberán verse acompañados de señales más sólidas para poder ser leídos en positivo.

Editorial Cinco Dias

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